Emiliano López y Mónica Rivera firman viviendas sociales que combinan el conocimiento del lugar y su historia con la sostenibilidad energética.
La casa que atraería a un niño. Este proyecto de vivienda social nace de una idea: avanzar sin borrar. Idear el futuro sin necesidad de empezar de cero, pero con la obligación de mejorarlo. Es una propuesta más actual que de continuidad. Implica un cambio que, sin embargo, apenas se ve: la transformación completa del suministro energético de las viviendas. Aunque se deja en dos ramas, el edificio parece haber estado siempre ahí, pero se adelanta 26 años a la obligación de realizar el 100% de las emisiones exigidas por la Ley 7/2021 de Cambio Climático y Transición Energética para las construcciones que se realicen a partir de 2050. ¿Cómo se consigue? Las viviendas se concentran en el edificio cerrado a la calle, pero uno auxiliar alberga la conserjería y servicios como comedor comunitario. JOSÉ HEVIA BLACH Para asentarlo en el lugar, los arquitectos observaron Esporles, un pueblo en la ladera de la Sierra de Tramontana de Mallorca, al oeste de la isla, donde las casas con cubiertas a dos aguas se han ido levantando en calles perpendiculares al río del pueblo. Obedeciendo a esa ordenación, los arquitectos Mónica Rivera y Emiliano López levantaron 18 viviendas sociales en dos volúmenes que salvaguardan un gran patio interior arbolado. Además, esta composición menciona el acceso a un jardín público situado en la parte trasera de la parcela. Ambos inmuebles tienen un marcado carácter agrícola. El volumen principal alberga las 18 viviendas con orientación suroeste. El otro, que recoge el patio, concentra las dependencias no domésticas: la conserjería, salas técnicas, una zona comunitaria polivalente, un comedor e incluso una cocina comunitaria. La fachada norte preserva la energía gracias a una doble pared de termoarcilla. Pero más allá de actualizar, físicamente, la tradición constructiva del lugar, las nuevas viviendas dibujan otro futuro. El norte del edificio, sólido y compacto, protege. El sur se beneficia de las virtudes climáticas de una estructura porticoda que da acceso a la vivienda. «Este espacio de transición es un captador solar que permanece cerrado -con cristales- en los días fríos y se convierte en un balcón abierto y protegido del sol en los días más calurosos». Así, las viviendas se extienden hasta esta pasarela común plantada de bancos, que facilita diversos grados de intimidad y permite la interacción entre vecinos. La compacta fachada norte retiene la energía gracias a una doble pared de termoarcilla. La fachada sur es muy captadora y trabaja con la inercia y la galería acristalada. Con una tecnología sencilla, económica y convencional, las protecciones solares y las vidrieras plegables, que convierten la galería en un elemento bioclimático, consiguen ventilar y evitar la incidencia solar en verano. En invierno, al cerrar las manchas y generar un efecto invernadero, se capta y conserva el calor de la radiación solar. En verano, refresca con sombra y ventilación. El conserje del edificio se encarga de adaptar los dispositivos cada mañana y cada noche siguiendo el manual de uso, que se ha incorporado a la cerámica vidriada del vestíbulo del edificio, según las descripciones. La fachada sur contiene un porche que, abriéndose y agitándose o cerrándose con cristales acumula calor o deja pasar el fresco. JOSÉ HEVIA BLACH Los arquitectos aseguran que las pérdidas de calor en invierno asociadas a la ventilación salubridad que exige la normativa se han minimizado gracias al precalentamiento que se acumula en la galería sur. «En verano, la entrada de aire se invierte y se obtiene de la fachada norte, la más fresca». Así, con el correcto funcionamiento de estos elementos bioclimáticos, se anula la demanda de calefacción y refrigeración del edificio. Estas viviendas funcionan adaptándose al entorno: no requieren sistemas activos de climatización debido a su alta inercia interior. La diferencia de temperatura entre el exterior y el interior en invierno es de hasta 20 grados. La diferencia de temperatura entre exterior e interior en invierno es de hasta 20 grados. JOSÉ HEVIA BLACH BabeliaLas novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
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La casa que atraería a un niño. Este proyecto de vivienda social nació con la idea de avanzar sin borrar. Idear el futuro sin necesidad de empezar de cero, pero con la obligación de mejorarlo. Es una propuesta más actual que para la continuidad. Implica un cambio que, sin embargo, apenas se ve: la transformación completa del suministro energético de las viviendas. Aunque se deja en dos ramas, el edificio parece haber estado siempre ahí, pero se adelanta 26 años a la obligación de realizar el 100% de las emisiones exigidas por la Ley 7/2021 de Cambio Climático y Transición Energética para las construcciones que se realicen a partir de 2050. ¿Cómo se consigue? Seguir leyendo