Angy Fernández: “Estoy aprendiendo a hablarme bien: antes lo más bonito que me decía era ‘fea”

La cantante y actriz de 34 años es la autora de «Bonito desastre», un libro que relata sus inicios como artista, su lucha contra las inseguridades y el miedo en una oficina que depende del gusto internacional.

  

La mañana que nos vimos, hace unas semanas, aceptó venir ella misma a la Redacción de PAÍS, cosa rara entre los entrevistados por estar lejos del centro de Madrid y requerir un buen tiempo de viaje, pero no pareció importarle. Hace unos días, ella misma también se había ofrecido en las redes sociales para acudir al programa de televisión de David Broncano, La Revol, que había solicitado públicamente candidatos para ser entrevistados cuando, de repente, se quedó sin invitación. Angy Fernández parece estar ávida de micros y cámaras. Está de acuerdo en que se encuentra en un periodo de promoción editorial, pero para mí, que esas ganas de ir a todas partes a contar su historia no son sólo para vender su libro, sino para entenderse y entenderla. ¿Qué o quién es el «buen desastre» del título de su libro? Yo mismo. El desastre es porque me he hablado muy mal a mí mismo durante muchos años, y «desastre» no me parece lo peor que se le puede decir a alguien o decir uno mismo. Además, es sinónimo de caos, y yo soy caótica. Por mí mismo y por la profesión a la que me dedico, que es caótica e inestable por definición. ¿Por qué estaba mal? ¿Qué ha dicho? Bueno, supongo que por comparación e inseguridad, por no sentirme suficiente. Hace tiempo que me falta. Lo más bonito que decía era «fe». Durante muchos años pensé que lo era. En mi profesión el físico es tan importante que pensé que me costaría mucho trabajar en esto. Veo actrices muy guapas a mi alrededor, y me costó muchos años y mucha terapia hablarme mejor, mirarme al espejo y decirme: «Bueno, no serás Claudia Schiffer, pero tienes otras cosas que ofrecer». Aceptar lo que uno es no es fácil. ¿Son estas comparaciones especialmente sangrantes para y entre las mujeres? En mi oficina, sí, pero también entre hombres. Una vez leí a Luis Tosar decir que con esas cejas y sin pelo lo iba a tener crudo en el cine, a ver si es bueno y funciona. En los actores, obviamente, a veces se busca al más guapo, pero casi siempre se busca más el talento y no tanto el físico. A las mujeres les afecta casi todo eso de querer ser perfectas. Aunque eso empieza a cambiar. Hay series y películas con caras y cuerpos apolíticos, y es muy importante mantenerlos. ¿De dónde viene esta inseguridad? Uno siempre se ve peor que como lo ven los demás, como en un espejo. Si me dicen tres cosas buenas y una mala, me quedo con la mala. Y eso me ha pasado también con los hombres. Dices: ‘Oys, mi chico va a encontrar a alguien más guapo que yo’, como si eso fuera lo más importante. Y no. Siempre he sido bajita, pequeña, pequeña. Me costó aceptar y creer de verdad que no estoy tan mal. En el libro dice que la temprana muerte de su padre marcó su vida. ¿En qué sentido? Mi padre era policía, estuvo destinado en el País Vasco y sufrió el llamado síndrome del Norte. Sus compañeros sufrieron un atentado en Basauri en 1978, en el que atacaron a varios que estaban jugando al fútbol y mataron a dos. Mi madre pasó muchas horas sin saber si él era uno de los muertos o de los heridos. Después de aquello, fue un hombre atormentado, triste y malvado en vida, tuvo varios ingresos psiquiátricos. Murió cuando yo tenía nueve años, de cáncer, pero, fue una víctima colateral de ETA. Yo era muy pequeña y nunca me lo contó. Mi madre tampoco, pero con los años, se abrió y me contó toda la historia. ¿Qué te queda de aquella orfandad? Lo he descubierto en terapia: una carencia afectiva. Aunque mi madre se volvió contra mí y mi hermana, he echado de menos la figura paterna, y eso me ha afectado en mis relaciones con los hombres. He descubierto los años que llevo buscando un padre, y me sigue pasando. Busco la protección, la seguridad que se supone que te da la figura masculina. Sin querer, he buscado eso y he tenido mucho apego a los hombres. He descubierto por qué estoy tan compenetrada con los hombres, por qué sufro tanto con ellos, y es porque he tenido y tengo mucho miedo de abandonar a un padre joven. Cuando tus padres no han sido capaces de curar sus cosas en la vida, te corresponde a ti hacerlo. ¿Has sido injusta con ella? Cuando me he equivocado, ella ha revivido lo que vivió con mi padre. Mi madre siempre ha tirado y mirado a los demás. Y ella, o no ha tenido tiempo o no ha querido mirarse a sí misma. Entiendo que, como madre, lo sabrá. Estuvo con mi abuela hasta que murió, 97 años, y también ha estado conmigo. Hasta que le dije: «Mamá, soy mayor, quiero hacerme mayor y si te tengo aquí conmigo todo el tiempo, no lo voy a conseguir». Yo, como soy madre, te veo desde el otro lado. Claro, pero no creo que le pasara nada. Claro que lo he pasado mal sin querer porque no estaba bien. He tenido épocas buenas y malas y ella siempre ha estado conmigo. Hemos tenido un apego brutal. En 2022, justo después de la pandemia, volví a caer en un pozo porque se había acabado una relación de siete años, murió uno de mis perros, volví a coger el Covid. No aguantaba. Intentaba disfrutar de la soltería, pero si me gustaba un hombre, ya quería agarrarlo y no soltarlo, era como una necesidad. Iba a terapia y allí me di cuenta de que tenía que recuperarme a mí misma, que no podía seguir dependiendo de mi madre. Fue duro para las dos, pero necesario. Angy Fernández representa en Madrid la función teatral ‘Una terapia integral’Bernardo PérezAhora tiene pareja, ¿ha conseguido parar con esa búsqueda del padre perdido? Estoy en ello. He cambiado mucho. Tengo mis momentos. Hablé con él y, cuando me pasa, decimos: «Es tu apego el que habla». Estamos aprendiendo a entendernos y, yo, a llevar una relación más sana. Antes, estaba muy por encima de él por miedo a que se fuera. Tenía mucho apego y eso le asfixiaba. Hemos decidido no vivir juntos hasta que yo esté bien conmigo misma en casa, y estoy mejorando. Estoy aprendiendo. ¿Por qué tanto miedo? Mi mayor enemigo era yo mismo y mi cabeza. Es normal tener miedo de perder a alguien que amas. Lo que no puede ser es que eso condene mi vida y me haga estar en un estado de ansiedad y alerta permanente que no me deje vivir con normalidad. Por eso escribí este libro: para contar cómo pedí ayuda para intentar vencerlos y animar a otros a hacerlo. Hay quien define la ansiedad como la frente de un tigre. ¿Cómo la identificó? No había oído hablar del tigre. Hace años, cuando empecé a tenerla, eran náuseas, rabia, ira, ataques de pánico. Ahora, me agota, me paraliza, me hace necesitar estar en casa, en silencio, con mi perro. Unos días la controlo más y otros menos, pero he aprendido a vivir con ella. ¿Qué es para ti tener éxito? ¿Echas de menos más reconocimiento por tu trabajo? He tenido mis momentos y, si hablo desde el ego, porque ego tenemos todos y más si nos dedicamos a esto, es porque nos gusta que nos miren, que nos saquen del trabajo, que sepamos y enseñemos lo que nos gusta hacer. Si te hablo desde el ego, claro que quiero que me llamen para algo muy importante y hacer un personaje que de repente te lleve a otra dimensión, para darle la vuelta y decir estoy orgulloso de lo que tengo. Ese es el éxito para mí. Pero también creo que hay una parte de realidad, de pies en la tierra. El éxito es tan relativo, que, ahora, para mí, es mantenerme, y me he mantenido. Vive desde los 16 años. Es que es eso. Entonces, digo: «Jolin, tengo amigas actrices y una de ellas es camarera, y eso es una putada». Ha habido veces que he vivido de las redes sociales, que dan dinero de las marcas. Creo que eso también es un trabajo: no sabes la dedicación que hay detrás. ¿Puede ser frívolo? De acuerdo, pero vivimos en un mundo que funciona así. Dedicarse a las redes sociales es un privilegio y, al mismo tiempo, compartir tu vida, crear contenidos, puede inspirar y ayudar a los demás. A sus 34 años, ¿comparte la opinión de quienes hablan de «generación de cristal»? Sin embargo, creo que no. Es que tenemos mucha información, vemos que el mundo es injusto, y eso nos afecta. Nuestros padres, nuestros abuelos, han vivido cosas terribles y no se han curado porque entonces no se hablaba de salud mental. Ahora, como hablamos tanto, parece que somos más débiles. Y no. Me estoy enfrentando al hecho de que no me encuentro bien, y antes, y no les culpo por ello, todo era tirar para adelante. Así han cambiado las cosas. Ahora preguntas: «¿Estás bien, qué necesitas, puedes parar? Antes no podías: parar no era una opción, tenías que seguir o, si no, estabas loco. Así que lo nuestro no es debilidad: hemos despertado. ‘ BONITO DESASTRE’Así se autocalifica y ha titulado su primer libro Angy Fernández (Mallorca, 34 años), esta cantante y actriz que lleva 16 y que cuenta cómo ha sido su vida de artista precoz y qué se siente cuando esas luces se apagan. Fernández, que saltó a la fama en series míticas como Física o química y concursos legendarios como Factor X y Tu cara me suena, además de musicales como La llamada, representa ahora en Madrid la función teatral Una terapia integral. BabeliaLas novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal

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Aceptó venir ella misma al COUNTRY Drafting la mañana en que nos vimos hace unas semanas, lo cual es inusual para los entrevistados porque requiere un buen tiempo de viaje y está lejos del centro de la ciudad de Madrid, pero no pareció importarle. También se había ofrecido en las redes sociales hace unos días para aparecer en el programa de televisión de David Broncano, La Revol, que había pedido públicamente que se entrevistara a los candidatos cuando de repente se quedó sin invitación. Angy Fernández parece estar ávida de micros y cámaras. Aunque está en el periodo de promoción editorial, creo que quienes quieren ir a todas partes a contar sus historias lo hacen tanto para vender sus libros como para entenderse a sí mismos y comprenderla. Seguir leyendo ‘ BONITO DESASTRE’Así se autocalifica y ha titulado su primer libro Angy Fernández (Mallorca, 34 años), esta cantante y actriz que lleva 16 y que cuenta cómo ha sido su vida de artista precoz y qué se siente cuando esas luces se apagan. Además de musicales como La llamada, Fernández, que saltó a la fama en series míticas como Física o química y concursos legendarios como Factor X y Tu cara me suena, representa ahora en Madrid la función teatral Una terapia integral.

 

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