Borja-Villel materializa su andanada contra los museos tradicionales con la exposición ‘Fabular paisajes’

Los centros de exposiciones Victoria Eugènia y Moja de Barcelona, ubicados en los palacios Victoria Eugènia y Moja de Barcelona, sirven de escenario para una nueva modernidad crítica.

  

No se puede negar que Paisajes Fabulares, la materialización definitiva de la trayectoria conceptual de Manuel Borja Villel contra los museos tradicionales y enciclopédicos, articulada en su proyecto global Museu Habitat, es una exposición exigente. De la ciudad de Barcelona, de la montaña de Montjuïc, donde se encuentra su parte principal, en el Palau Victoria Eugènia, al corazón de las Ramblas, que es donde se ubica el Palau Moja, donde se muestran tres de los 40 artistas y colectivos que componen la exposición. Es físicamente exigente Paisajes Fabulares (que se puede visitar desde el viernes hasta el 5 de octubre) y también, y mucho, intelectualmente, porque las ideas y conceptos que la sustentan y la atraviesan -ya de por sí complejos- se expresan en clave de arte contemporáneo e instalaciones, el 80% de todo ello producido específicamente para la ocasión. Más información: Borja-Villel presenta cuatro exposiciones, dos congresos y diversas intervenciones artísticas para «repensar» los museos catalanes. El visitante que accede al Palau Victoria Eugènia, antiguo palacio de exposiciones construido para la exposición universal de 1929, se ve desafiado desde la entrada entre la estupefacción y la curiosidad. Lo que parece un batido de cosas variopintas e indescifrables, y a menudo asombrosas, se despliega ante sus ojos esperando desvelar sus claves. Dentro del inmenso espacio expositivo hay una especie de invernaderos en los que se exponen obras como cuadros de pintores tradicionales catalanes, una maqueta de los barracones del antiguo Campo de la Bota, un vestido de danza de los indios tikuna del Amazonas o un cuadro del Konzentrationslager Dachau de Ceija Stojka (también hay una mención de Dierk Schmidt al arqueólogo madrileño Julio Martínez Santa Olalla, colaborador del nazi Ahnnerbe y depredador colonial en el Sáhara Occidental). Del techo del pabellón cuelgan grandes telas y plantas secas (la instalación de Dan Lie Testigos, Testimonios) o, como parte de otra instalación, Manierismos e iconografías para una correcta asimilación de los hechos de la sociedad del hombre blanco, de Efrén Álvarez, también está suspendido un gigantesco muñeco de un caganer -la tradicional figura escatológica que defeca el pesebre en Cataluña- que se identifica como «el conquistador catalán]en realidad mallorquín] del siglo XIV Domingo Gual», explorador y eslavista de las Islas Canarias, y que parece un «el» del «Las paredes muestran cuadros, como los de Paula Artés de denuncia fotográfica de la polémica central hidroeléctrica del grupo Renace en Guatemala, mientras que una serie de pantallas muestran proyecciones en las que se puede ver una película de apaches, imágenes de Buñuel de Las Hurdes, a Jordi Sabater Pi y Copito de nieve (obra de Antoni Muntadas) o jinetes chilenos, entre otras cosas. Las esculturas del escultor Eudald Serra (tío del director del MNAC, Pepe Serra), cuyas cabezas antropológicas se consideran «un producto tardío de la dominación colonial sobre Marruecos», tienen un espacio dedicado a ellas. «En otro espacio resuena la perispecia vital del noventista Ismael Smith, autor de un polémico Cristo sexuado y queer avant la lettre que reivindica el colectivo El Palomar (el MNAC le dedicó una exposición en 2017). Destacar una especie de tapiz moderno de Bayeaux de Cian Daryrit sobre el neocolonialismo en Filipinas (INFERNO). Una de las obras de la exposición ‘ Fabular Paisatges ‘ en el Palacio Victoria Eugènia. Quim RoserLa explicación de algunas obras no ayuda a orientar al visitante a pie, como cuando de la instalación de Daniel G. Andújar Woke Manipulator», una prótesis institucional desarrollada por Technologies to the people que interviene críticamente en dispositivos museísticos de producción real, «se dice para revelar» su visualización -concebida como una metáfora hackeada de la autoridad epistémica- el rendimiento de los datos. «Poco a poco, a medida que uno se adentra en la exposición con mente abierta y serenidad, se van reconociendo propuestas, pautas y caminos. Esta mañana al presentar la exposición (sin aire acondicionado, lo que ha aumentado su dificultad), Borja-Villel ha ofrecido claves». Hemos querido crear un instrumento, un lugar de exposición para hablar de cómo se hacen las historias y cómo se construye la historia», ha dicho. El comisario -que ejerce en Paisajes Fabulares junto a Lluís Alexandre y Beatriz Martínez- ha recordado que la propuesta además de mostrar nuevas obras pretende» pensar, interpeelar y transformar el museo tal y como lo conocemos, «invitar» a concebir los museos desde una perspectiva reflexiva y transformadora. «Borja-Villel, que no ha dejado de citar a Walter Benjamin, ha destacado especialmente tres aspectos de Paisajes Fabulares que disparan contra la línea de flotación de los museos tradicionales: el elemento» de fricción, «de antagonismo», que provocan los posicionamientos políticos y epistemológicos «frente al discurso habitual; la idea de» tiempo no secuencial» (lo contrario ha sido una excusa, ha dicho, para mostrar «situaciones inmutables»); y la consideración de que se trata de un «proyecto» situado: «es importante, ha subrayado, la geografía y el lugar donde se dicen las cosas». En este sentido, ha indicado que la exposición se celebra en Montjuic y en el Palau Moja, la residencia histórica del Marqués de Comillas, con toda la repercusión que cualquiera de las dos ubicaciones provoca. En el Palau Moja destaca en su espacio noble (Saló del Vigatà) el minucioso y detallado proyecto fotográfico sobre la familia Güell de Jorge Ribalta, que culmina con la coda del desmontaje de la estatua de Antonio López. Imagen de la instalación de Jorge Ribalta en el Palau Moja en el marco de la exposición ‘ Paisajes fabulares’. Quim RoserHa destacado Borja- Villel en la exposición una serie de espacios que permiten adentrarse temáticamente en la exposición como son las exposiciones universales de Barcelona de 1888 y 1929, lugares de propaganda, ha considerado, donde se justifica una visión de la historia colonial y la otra, y la violencia cultural que se justifica. De estas exposiciones, ha señalado, proceden muchos de los museos catalanes o han influido y han sido influidos por ellos como el Museu Víctor Balaguer de Vilanova (revisado en la exposición por Carlos Pazos) o el Museo Episcopal de Vic, con toda su consolidación, se ha señalado en la presentación, de una narrativa que vinculaba la identidad catalana con su pasado medieval. En este sentido, Borja-Villel hace un guiño a la importancia del románico (acogido en el MNAC) como «periodo expansionista catalán». La exposición, en la que se puede ver el proceso de construcción de la estatua de Colón en Barcelona y la apropiación de su figura como «empresario» por parte de la burguesía local, incluye también «fisuras», piezas o apuntes en el suelo que introducen brevemente diversos temas como los fosfatos del Sáhara español que conllevan un germen de desertización, o los pueblos fantasmas resultantes de la fiebre extractiva y su fin y memoria. Cuadros de Urgell en la exposición. Como su propio nombre indica, el otro gran motor de la exposición son los paisajes, a través de los cuales se categorizan los museos tradicionales de bellas artes. En contra de lo que dicen Borja-Villel y sus dos co-comisarios, la muestra no sigue tendencias cronológicas sino que, de hecho, crea caminos y espacios inesperados. «No es un libro ni una tesis, sino una exposición que se percibe con el cuerpo», dijo el académico. La obra, que recordó a Beatriz Martnez, ilumina mundos silenciosos y transmite la idea de memoria activa que implica presente y futuro, está impregnada por la idea de paisaje como artefacto cultural. Uno de los itinerarios más fuertes para seguir la exposición es precisamente la parte que parte de la pintura de Modest Urgell como parte del coleccionismo de la burguesía industrial que quería paisajes románticos vacíos como forma de compensar en casa su dedicación a explotar y esquivar los recursos y el medio natural. A finales del siglo XIX, señala la exposición, otros pintores, Santiago Rusiñol y el grupo conocido como La Colla del Safrà, abandonan la representación romántica del paisaje para mostrar otros espacios entre el campo y la ciudad y donde vive la gente, entre ellos precisamente Montjuïc. Tirando del hilo, una serie de artistas como Mabel Palacín han realizado una investigación sobre el papel de la montaña, antigua cantera y espacio de marginalidad migrante, «que se resiste a ser domesticado como parque».

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Es indiscutible que Paisajes Fabulares, la manifestación final del asalto conceptual de Manuel Borja Villel a los museos tradicionales y enciclopédicos, articulado en su proyecto global Museu Habitat, es una exposición exigente. De visitar Barcelona, de la montaña de Montjuic, donde se encuentra su parte principal, en el Palau Victoria Eugènia, al corazón de las Ramblas, donde se ubica el Palau Moja, donde se exhiben tres de los 40 artistas y colectivos que componen la exposición. Los paisajes Fabulares, a los que se puede acceder desde el viernes hasta el 5 de octubre, son físicamente exigentes, y también muy exigentes intelectualmente porque las ideas y conceptos que lo impulsan, que ya son complejos en sí mismos, se expresan en clave de arte contemporáneo e instalaciones, el 80% de las cuales fueron creadas específicamente para la ocasión. Seguir leyendo.

 

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