Brian Large, productor televisivo de música clásica: “Con Los Tres Tenores creamos un monstruo indomable”

El autor de tantas inolvidables críticas de ópera y de conciertos sinfónicos en un libro de recuerdos, Leonard Bernstein o Luciano Pavarotti, mantiene una estrecha relación con grandes artistas como Benjamin Britten, Leonard Bernstein y Luciano Pavarotti.

  

Puede que nunca haya reparado en su nombre, pero lo más probable es que haya visto alguna película dirigida por Brian Large (Londres, 86 años). Hablamos del principal factótum televisivo de la música clásica, con un inmenso vídeo de más de 600 películas, entre las que se encuentran hitos audiovisuales como la primera película de El anillo del Nibelungo, de Wagner, del Festival de Bayreuth, dirigida por Pierre Boulez y Patrice Chereau entre 1979 y 1980, junto a innumerables producciones operísticas de la Metropolitan Opera de Nueva York, el Covent Garden de Londres y el Festival de Salzburgo. Pero también ha sido responsable de las cámaras de eventos televisivos tan populares como la mayoría de las ediciones del Concierto de Año Nuevo, de 1989 a 2011, o el estreno de Los Tres Tenores, el 7 de julio de 1990, desde las termas de Caracalla. «Aquel día en Roma creamos un monstruo indomable. Pero no teníamos ni idea del éxito y la repercusión que tendría en el mundo aquel primer concierto de Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras», reconoce. «En mi caso, sólo puedo decir que teníamos las mejores intenciones, como el Dr. Frankenstein», continúa sonriendo en una videoconferencia desde Viena. El legendario productor de televisión atiende a EL PAÍS tras la emotiva presentación en la Ópera Estatal de Viena, el 1 de abril, de sus memorias, tituladas At Large: Behind the Camera with Brian Large (Verlag für moderne Kunst), que ha escrito en colaboración con la periodista y dramaturga Jane Scovell. Una voluminosa monografía inglesa de casi 500 páginas que va más allá del simple recuerdo personal y se alza como testigo crucial de la historia audiovisual de la música clásica en la última mitad de siglo. Large marcó desde el principio la diferencia en el medio televisivo gracias a su excelente formación musical. «Mi intención original, o la de mis padres, era que yo fuera pianista profesional, y por eso me formé en la Royal Academy of Music y con Myra Hess», afirma. Pero hacer carrera como pianista en el mundo musical londinense de finales de los 50 no era fácil. Así que probó suerte en la academia. «Hice un doctorado en música en la Universidad de Londres y pensé en escribir varias biografías de compositores para conseguir un puesto estable como profesor», recuerda. Aquel proyecto le llevó a residir casi tres años en la antigua Checoslovaquia, entre 1961 y 1964, un breve periodo que cambió su vida. «En Praga escribí mis dos monografías sobre Bedřich Smetana y Bohuslav Martinů, e incluso pensé en dedicar otra a Leoš Janáček, pero también conocí al director de orquesta y de televisión Václav Kašlík, que me descubrió un mundo que desconocía», relata. Large aprendió de Kašlík y sus colaboradores, como el visionario Josef Svoboda, una forma de aplicar métodos cinematográficos para enriquecer la narrativa de la ópera. «Me llevó con él a los estudios Barrandov, donde estaba rodando su adaptación de La novia vendida, de Smetana, a la que siguió Ruselka, de Dvořák. Me impresionaron sus ideas para adaptarlas al medio televisivo», recuerda. Un momento de la presentación del libro de Brian Large con su coautora Jane Scovell (a su izquierda) y la periodista Barbara Rett (a su derecha), el pasado 1 de abril en la Ópera Estatal de Viena. Katharina SchifflDesde 1965, la BBC fue su principal escuela como productor. «Me dieron el cargo de director de emisiones exteriores, lo que implicaba dirigir partidos de fútbol, tenis, cricket y carreras de caballos, así como conciertos, ópera y ballet», cuenta. Ese mismo año demostró sus conocimientos televisivos en la película más famosa del compositor Igor Stravinski dirigiendo su ballet El pájaro de fuego en el Royal Festival Hall. «Me sorprendió que me eligieran para algo tan importante, pero luego supe que lo hacían porque yo era músico y eso me permitía captar mejor todo lo que ocurría en el escenario», admite. Poco después, encontró en John Culshaw el mejor aliado posible en la BBC. El histórico productor discográfico, en su etapa televisiva tras dejar Decca, le permitió trabajar con Benjamin Britten y, en 1970, colaborar con el compositor en la creación de su ópera Owen Windgrave. «Creo que es una de las experiencias más increíbles de mi vida. Tras rodar ‘ Peter Grimes ‘ en 1968, Culshaw y yo convencimos a Britten para que aceptara escribir una ópera para televisión. Me invitó a instalarme durante seis meses en Aldeburg para asesorarle, iba casi todos los días a The Red House, tomábamos el té juntos en la biblioteca y trabajábamos cuestiones técnicas para hacer posible su nueva ópera en el entorno televisivo», recuerda. En su libro, Large ofrece retratos de todos los artistas clásicos con los que trabajó, destacando tanto sus cualidades como sus defectos. Un buen ejemplo de ello está precisamente en Britten, a quien describe como un hombre tímido y reservado, pero también rencoroso y malhumorado. Otro caso fue el de Leonard Bernstein, cuyas películas con Large al frente de la Sinfónica de Londres en 1966 contribuyeron a consolidar su prestigio como director de orquesta en Europa. «Lenny era una fuerza de la naturaleza, pero también un ser explosivo que te doblegaba. Rebosaba música y, aunque no estaba de acuerdo con sus ideas, siempre intenté hacer su genialidad de la mejor manera posible», afirma. En el libro explica cómo el alcoholismo y las drogas le convirtieron con el tiempo en un artista difícil de tratar. Otro caso fue su efímera relación con Herbert von Karajan, fruto de su egocentrismo. «Le admiraba como director más allá de lo imaginable, pero no coincidíamos. Se ofreció a limitarse a apretar botones porque quería controlarlo todo, dice, pero a mí me habría encantado poder trabajar con él. Sus recuerdos relacionados con los cantantes son inolvidables. Large trabajó estrechamente con todas las estrellas de la ópera, desde Birgit Nilsson hasta René Fleming, que reconoce su deuda con él en el prólogo por ayudarle a adaptar su interpretación a la pantalla. Nilsson también la ayudó. Conocía sus trucos para hidratar la voz en sus actuaciones en Bayreuth: vio entre bastidores, durante una representación de Tristán e Isolda, cómo bebía cervezas que escondía en el escenario y, tras expulsar el gas con varias ráfagas, volvía al escenario para seguir cantando. Y diseñó un sistema para que pudiera hidratarse durante el rodaje en directo de su poderosa Elektra en Nueva York: unas cápsulas llenas de agua y sujetas a su vestido que podía arrancar y beber discretamente durante la actuación. Pero ningún retrato supera al que traza Pavarotti a nivel psicológico y humano. «Luciano era un gran cantante, pero no era fácil trabajar con él. Yo le caía bien y teníamos una relación armoniosa, aunque necesitaba ejercer su superioridad y tenía un carácter explosivo», recuerda. Large dirigió muchas de sus películas míticas, como La bohème de San Francisco, con Mirella Freni, en 1988. «Fue difícil de grabar, porque Luciano había subido mucho de peso y tenía las rodillas llenas de artritis, así que no quería moverse en el escenario y protestaba por todo», reconoce. En el libro, Large explica cómo podía poner límites a sus excentricidades, como cuando exigió volver a grabar una escena después de que el equipo se hubiera desmontado. El productor fingió que había convencido a los técnicos, pero aseguró que la toma tendría que pagarla el propio Pavarotti. «Fue un golpe bajo, pero absolutamente necesario. Sabía que nunca se libraría de un céntimo por repetir una toma. Me miró sonriendo y pronunció su habitual non cacio cosí», confiesa. Quizá la película más prestigiosa de Large fue la mencionada tetralogía de Wagner del Festspielhaus de Bayreuth. «Fue un proyecto apasionante, porque no se me ocurre un lugar más idóneo para filmarla por primera vez que el teatro donde se estrenó en 1876. Como habíamos trabajado juntos cuando dirigió la Sinfónica de la BBC y éramos amigos, trabajar juntos simplificó mucho las cosas. La relación con Chéreau fue diferente, personalmente, me fascinó su concepto escénico de El anillo del Nibelungo, aunque no sabía nada de televisión», cuenta. Large explica cómo consiguió atraer el interés del director de escena francés y cómo empezó a corregir los movimientos de cantantes como Gwyneth Jones y Donald MacIntyre mirando el monitor de televisión. Su forma de filmar, respetando plenamente la intención del director de orquesta, creó una norma en las retransmisiones del Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. La primera emisión que dirigió fue en 1989, y el debut de Carlos Kleiber fue sin duda la mejor edición de la historia. «Carlos era un genio, pero siempre estaba ansioso por obtener los resultados musicales que deseaba. Era su naturaleza. Y consiguió esa entrega de la orquesta gracias a su encanto y persistencia. Pero era muy temperamental y podía ser extremadamente grosero. Siempre me fascinó su amistad con su colega Riccardo Muti, por quien sentía una gran admiración y no se perdía ninguno de sus ensayos en el Festival de Salzburgo», admite. Sin embargo, Large también recuerda sus recelos hacia Lorin Maazel, que experimentó durante una retransmisión de Tristán e Isolda, en el Teatro del Príncipe Regente de Munich en 1996. «Carlos me pidió que me acompañara en secreto para ver la función desde detrás de mí, en la cabina de retransmisión, me sentí como rellenando un bocadillo entre dos grandes directores. Pero su respiración se hizo cada vez más ruidosa durante el primer acto y se marchó en el descanso, enfadado por la lentitud con la que Maazel dirigía», cuenta. Sin embargo, los recuerdos de Large comienzan con el Blitz, la campaña de bombardeos de la Alemania nazi contra Londres en la Segunda Guerra Mundial. En aquellos bombardeos perdió su casa y se convirtió en uno de los muchos niños evacuados al campo, como el protagonista de la reciente película de Steve McQueen. Al productor le preocupa que las nuevas generaciones hayan olvidado la barbarie de aquella guerra. «Pido a Dios todos los días que no haya una Tercera Guerra Mundial», repitió varias veces. «Siempre he dicho que es posible mantener la paz, la armonía y el respeto por la vida humana a través de la música. De hecho, mi intención al filmar cada obra musical ha sido que la gente se sienta feliz y agradecida de poder vivir en este maravilloso planeta», concluye.

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Puede que nunca le hayan reparado en su nombre, pero es muy probable que haya visto alguna película dirigida por Brian Large (Londres, 86 años). Con una enorme videografía de más de 600 películas, entre ellas la primera película del Anillo del Nibelungo de Wagner, dirigida por Pierre Boulez y Patrice Chereau entre 1979 y 1980, así como innumerables producciones operísticas de la Metropolitan Opera de Nueva York, el Covent Garden de Londres y el Festival de Salzburgo, estamos hablando del principal factum televisivo de la música clásica. Sin embargo, también ha estado a cargo de las cámaras de programas de televisión tan conocidos como la mayoría de las ediciones del Concierto de Año Nuevo desde 1989 hasta 2011 o la primera actuación de Los Tres Tenores desde el Caracall el 7 de julio de 1990. Seguir leyendo.

 

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