Un ensayo ordena el grupo de autoras que denunciaron la opresión femenina en el ámbito conyugal desde Carmen de Burgos hasta Hélène Cixous.
Puri Mascarell siempre intuyó que su abuela no era la única que percibía el sexo matrimonial como una carga. La escritora de Xàtiva siempre se preguntó por ese «¡yo que me enfrento a esta fama, Senyor! «. («¡Y que aún me queda esta última tarea, Señor»! ), frase que repitió demasiadas veces a su madre cuando era niña y se ponía el camisón, maldiciendo tener que dormir con su abuelo después de atender la carnicería familiar y cocinar y atender a todos. La nieta de aquel lamento, además de escritora, acabó siendo filósofa y profesora de Literatura Comparada en la Universidad de Valencia, así que para encontrar respuestas a aquella queja buscó donde siempre las encontró: en los libros, pero no en nadie. Mascarell indagó «necesariamente parcial» en ficciones y ensayos donde el matrimonio era narrado por quien sólo puede ser esposa. La Sonata a Kreutzer de Tolstói, La vida conyugal de Strindberg o la obra de Gustave Flaubert, Leopoldo Alas Claríno Antón Chéjov, entre otros, situaban el ámbito matrimonial en una cualidad estética de primer orden, pero la académica necesitaba recopilar las voces autorales de quien, tradicionalmente, no ocupaba la posición de dominio en esa ecuación. De esa urgencia por detectar, recopilar y crear una genealogía de la alergia al matrimonio nace ahora Como anillo al dedo: la opresión matrimonial en la literatura femenina (Ariel), un ensayo definitivo de las autoras que hicieron arte y denunciaron la institución matrimonial. Más informaciónPuri Mascarell: «El estigma de la loca es una forma de desautorizar la feminidad alternativa «La práctica Mascarell es una práctica orientadora para detectar la opresión y asfixia de la mujer casada literaria, en algunos casos rezando la esclavitud, en la escritura blanca y occidental desde el siglo XIX hasta la actualidad. En sus 200 páginas se analiza el sexo como mecanismo de sumisión matrimonial, la vigilancia social y la presión familiar sobre la boda, la narración de la violencia machista o la alienación de la suegra en fragmentos de novelas o voces. Reflexiones que van desde Hélène Cixous a Rosa Chacel, pasando por Angela Carter, Mercè Rodoreda, Kate Millett, Mercedes Pinto, Mary Wollstonecraft, Caterina Albert, Mona Chollet, Edith Wharton, Aleksandra Kolontái o Louisa May Alcott, entre muchas otras. «He querido crear una constelación de voces femeninas que, en principio, pueden parecer desconectadas entre sí por pertenecer a tradiciones literarias, épocas o naciones diferentes, pero que están conectadas por sus convicciones feministas y su apoyo a la dignidad humana». Estas voces, a su vez, ofrecen a los lectores un trampolín hacia textos previamente no leídos o para ser revisitados bajo una mirada diferente, explica Mascarell en un intercambio de correos electrónicos, donde aclara que no fue especialmente difícil encontrar a otros que compartieran la queja de su abuela. Alexandra Kolontái. Ullstein Bild (GETTY IMAGES) También en La malcasada, la novela publicada en 1923 por Carmen de Burgos, una feroz activista del divorcio que logró separarse tras 16 años de infeliz matrimonio con Arturo Álvarez Bustos. O en las reflexiones de otras escépticas del matrimonio ilustre como Simone de Beauvoir («Multitud de mujeres son madres y abuelas sin haber conocido nunca el placer») o la antropóloga mexicana Marcela Lagarde («La violación en el matrimonio existe de forma generalizada, masiva»). Lo interesante de Como anillo al dedo es que Mascarell no sólo ha sumado y ordenado el fértil legado de los autores nacionales en este campo, sino que los ha conectado en una constelación más estrecha que la del canon tradicional. Si Emilia Pardo Bazán siempre ha sido colocada como la excepción femenina en la corriente española que adoptó el naturalismo francés, Mascarell emparenta el terror victoriano del cautiverio matrimonial de su novela La paz de Ulloa con el gótico de Cumbres Borrascosas, novela que también conecta con Soledad, de Víctor Català (el alias utilizado por Caterina Albert). A esa ficción sombría y violenta de una esposa aislada en el macizo catalán del Montgrí, Montserrat Roig la calificó como «una de las pocas novelas actuales escritas por mujeres donde un hombre]Maties, el marido de Mila, la protagonista] es retratado con tanto desprecio y asco». Mascarell considera que sus esposas asfixiadas no son revanchistas, sino cronistas de la desigualdad: «No puedo llamar revanchista a una mujer que escribe sobre la opresión que ha sufrido o que han sufrido otras mujeres en el matrimonio: más que castigar, creo que está impartiendo justicia», argumenta. En un año en el que toda una generación de escritores de mediana edad se ha sincronizado para hacer del divorcio, como anillo al dedo llega, en un momento oportuno. Si en el pasado los escritores se habían centrado en la maternidad y el cuidado de los hijos como fuente potencial de sus ambiciones no resueltas, ahora son los cónyuges quienes más sacan partido de la literatura de la separación. Desde Leslie Jamison en Astillas (aunque sin traducir en Anagrama, su editorial habitual en español) hasta Sarah Manguso en Mentirosas (también digna de publicar en Alpha Decay), pasando por Maggie Smith con You could make this something nice (traducido por Regina López Muñoz en Libros del Asteroide) o la crudeza de la francesa Constance Debré en Love me Tender (traducido por Palmira Freixas) «Creo que las mujeres contemporáneas, escritoras o no, se han dado cuenta de la dificultad de construir una vida en común con alguien a quien no le interesa construir nada. Las mujeres actuales exigen reciprocidad, respeto y apoyo mutuo de sus parejas y, si no lo encuentran, ya no se resignan ni aguantan hasta el final de sus días. Y esto, lógicamente, influye en la literatura y tiene sus efectos en la ficción creada por mujeres», argumenta Mascarell sobre esta nueva ola en la memoria del divorcio. Una tendencia que, como ella misma define, busca salir del silencio contra el que tanto luchó Hélène Cixous: «El simple hecho de romperlo y de atreverse a hablar o a escribir ya es un gesto radical de subversión». Como anillo al dedo: la opresión matrimonial en la literatura femenina’ está editado por Ariel. ArielBabeliaLas novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanalRecibirlo
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Puli Mascarell siempre se dio cuenta de que su abuela no era la única que se sentía agobiada por mantener relaciones sexuales después de casarse. ¡El escritor de Xàtiva siempre se preguntaba por ese «yo que me enfrento a esta fama, Senyor»! («¡Y que aún me queda esta última tarea, Señor»! después de asistir a la carnicería familiar y cocinar y cuidar de todos, una frase que su madre repitió demasiadas veces a su madre cuando ella era una niña y se puso el camisón, maldiciendo, y tener que dormir con su abuelo. Para encontrar soluciones a aquella queja, la nieta de aquel lamento buscó respuestas donde siempre las encontró: en los libros, pero no en nadie. Más tarde resultó ser filósofa y profesora de Literatura Comparada en la Universidad de Valencia. Mascarell indagó «necesariamente parcial» en ficciones y ensayos donde el matrimonio fue narrado por quien sólo puede ser esposa. La Sonata a Kreutzer de Tolstói, la vida conyugal de Strindberg o la obra de Gustave Flaubert, Leopoldo Alas Clarín o Antón Chéjov, entre otros, situaban el ámbito matrimonial en una cualidad estética de primer orden, pero el académico necesitaba recopilar las voces autorales de quien, tradicionalmente, no ocupaba la posición de dominio en esa ecuación. Como anillo al dedo: la opresión matrimonial en la literatura femenina (Ariel), un ensayo convertido en mapa definitivo de las autoras que crearon arte y denuncia de la institución matrimonial nace de esa urgencia por detectar, recopilar y crear una genealogía de las alergias al matrimonio.