El músico asturiano se precipita con su espectáculo romántico «On foot del llar» en el arranque del FIS Santanderino, un clásico veraniego que lleva 74 años reventando en la música clásica en busca de un nuevo público.
El músico asturiano apura con su espectáculo ‘A pie del llar’ el inicio del FIS Santanderino, una cita veraniega que lleva 74 años en la música clásica, buscando renovar a su público Rodrigo Cuevas, en un momento de su actuación en el Festival Internacional de Santander. Pedro Puente (FIS CORTESÍA) Nada más empezar, Rodrigo Cuevas se dio cuenta del reto. Invitó al público del Festival Internacional de Santander (FIS), 74 años de historia, un escenario de leyendas por el que han pasado los grandes de la música clásica, a despojarse de la pompa, a descolonizar sus altares y a imaginar que estaban en una cocina, cantando al fuego, unos romances. Era como bajar de un lugar sagrado para tocar el cielo en la tierra. Y todos se alegraron, acompañados de estallidos y comenzando a masticar brasas que tocan cualquier corazón necesitado de vibración plena. La idea de programar dos días seguidos a ese nuevo símbolo de la modernidad que se asienta en la raíz y la tradición que es Cuevas fue de Cosme Marina, nuevo director del FIS tras la más que digna y sanadora etapa de Valentina Granados y Jaime Martín. Resultado: Inscripciones agotadas. Una visión ecléctica y audaz ha logrado su objetivo de reanimar a una población joven y provocar una conmoción inmediata en la escalinata del Palacio de Festivales. Más informaciónEl universo folclórico personal de Rodrigo Cuevas, premio nacional de Músicos Intérpretes 2023A Cuevas le impresionó el reto. Pero destruyó los parámetros basados en la espontaneidad y, por supuesto, el arte puro. Lo hizo de negro, sin parafernalias, con una guitarra y sentado al piano. Con ambos instrumentos repasó su particular canción desde Asturias a Galicia o desde Sanabria, en Zamora, a Andalucía entre sus dotes de médium, su descaro amable y picante, su extraordinaria capacidad vocal, la sabiduría contagiosa con el desentrañamiento de su estudio de las tradiciones y un portentoso carisma de diva ecléctica. Con estos dones, advirtió nada más empezar: «Oiréis estas canciones tristes, aburridas y largas. . . «. Y a partir de ahí, emprendió un viaje al pasado con versiones limpias y elocuentes que inició con Serranita mía y La mujer del seronero, sones para la España contemporánea de una tierra que ya convivió con diferentes culturas durante siglos, como mostró en La cautiva, o un país que sufrió el estigma del hambre como se desprende de Cesteiros, letra que Cuevas trabajó con Raül Refree en ese gran disco conjunto que es un manual de cortejo. En ella abordan un trauma cuya huella aún está en la memoria reciente sin que, como ha confesado el músico, pueda entenderse que teniéndolo tan cerca, algunos cuestionen que hoy se cometa la barbaridad de someter a los gazatis a semejante tortura. Otra actuación de Rodrigo Cuevas en el Festival Internacional de Santander. Pedro Puente (cortesía de fis) desplegó todas las armas opuestas a las rígidas convenciones de un festival volcado en la música clásica. Hizo canciones al público en todo momento, desde unas rondas sanabresas hasta Manuel se llama mi amante, prologó sus interpretaciones con monólogos que se reían del mundo o apelaba a guiños locales con ironía: desde alusiones a la STV (los de Santander de toda la vida), a base de recuperar bobinas ciegas como Un francés vino de Francia o interpretaciones propias de letras con doble sentido de Mecano. Pero en medio, Cuevas consiguió dejar claros los mensajes que le interesaba transmitir: la vuelta al origen, la necesidad de mantener vivas las tradiciones populares y los ecos acechados por las pantallas, el aislamiento peligrosamente sensible que producen las redes sociales, la ruptura de lazos generacionales que, como denuncia, destruyen las correas de transmisión. Por ello, animó a los nietos que asistieron al concierto con sus abuelas a aprender lo que les cantaron y a no olvidar lo que les contaron, al tiempo que retó a los presentes a preservar el arte popular basado en los nuevos lenguajes. Ya lo ha demostrado en grandes y pequeñas dimensiones, alternando formatos como la Romería, delimitando esquemas propios como el cabaret folclórico o derrochando autenticidad como hace con este espectáculo que ha titulado Al pie del grito y estrenó el ciclo del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) de Madrid. En él, aplica su impronta de la forma más sencilla y directa posible. Más en sintonía con los desnudos de Bruce Springsteen en Broadway que con los alardes de Lady Gaga. Si la mayoría del público le conoce por sus arreglos electrónicos y la aplicación de tendencias rupturistas al folk, al venir a verle a Santander se encontraron con un artista cercano, que sabe derrocar la empatía y el arrastre. El paradigma del camino hacia una modernidad armada de conciencia, dotada de emoción y picardía continua, entregada a la pura comunicación oral. Fue hora y media de puro talento auténtico y transgresor que el público acabó ganando tras cerrar con Rambalín a base de merecidos aplausos de pie: la forma más noble de reconocer y celebrar el buen gusto. Su suscripción se está utilizando en otro dispositivo. ¿Desea añadir otro usuario a su suscripción? Añadir usuario Continuar leyendo en este dispositivo Si continúa leyendo en este dispositivo, no podrá leer nada más. ¿Por qué ves esto? 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Publica regularmente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en estas dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. Además de ensayo, teatro y poesía, ha publicado ocho novelas en su carrera literaria.
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Rodrigo Cuevas se dio cuenta del reto sólo para empezar. Instó al público a deshacerse de la pompa, descolonizar sus altares e imaginar que estaban en una cocina, cantando al fuego y representando algunos romances. El Festival Internacional de Santander (FIS), 74 años de historia, un escenario de leyendas por el que han pasado los grandes de la música clásica. Bajar de un lugar sagrado y tocar el cielo en la tierra era así. Y todos se divirtieron, pero siguieron los enfrentamientos, y todos empezaron a masticar carbones que tocarían cualquier corazón necesitado de plena vibración. Seguir leyendo