Este sábado en Torrelodones, donde grabó la obra de Joaqun Rodrigo, será el último homenaje del año en el que se rendirán 10 del fallecimiento del genio del flamenco. EL PAÍS publica imágenes inéditas de esa noche.
El 24 de abril de 1991, Paco de Lucía tenía 44 años y 24 discos a sus espaldas, sin contar los nueve que había registrado con Camarón. Su última grabación en solitario fue Siroco (1987), con el que escatimó a su sexteto para afrontar sólo nueve composiciones que le confirmaron como uno de los mejores músicos españoles del siglo XX. Pero aquella noche de abril, en el Teatro Bulevar de Torrelodones, Paco de Lucía no estaba solo. En el escenario, le acompañaba la Orquesta de Cadaqués dirigida por Edmon Colomer, en la puerta del teatro, decenas de personas se quedaron sin entrada y, en el interior, 800 espectadores a los que se pidió silencio absoluto para grabar un disco que se convertiría en un hito de la música. Para más inri, en primera fila se sentó el maestro Joaquín Rodrigo, 90 años por aquel entonces, para escuchar lo que un flamenco había hecho con su obra más conocida: el Concierto de Aranjuez, compuesto en 1939. Más informaciónPaco de Lucía, el hombre detrás de la guitarra¿Por qué aquel recital de 1991 se celebró en Torrelodones (noroeste de la Comunidad de Madrid, a 29 kilómetros de Madrid) a pesar de que su protagonista hubiera preferido el Teatro Real o el Teatro de la Zarzuela, ambos en el centro de la capital? La respuesta no es tan obvia como la pregunta. Sobre todo, si se tiene en cuenta que Paco de Lucía ya era el mejor y más internacional guitarrista español. «Se dio en Torrelodones porque era más barato», dice Manolo Nieto, miembro de La Banda del Tío Pringue, como bautizó al minúsculo y discreto círculo de amigos que formó en 1967 y mantuvo hasta su muerte, de la que han pasado 10 años. Paco de Lucía tocando la guitarra, junto a Joaquín Rodrigo, la noche de su concierto en Torrelodones. Paco ManzanoEl último homenaje de 2024 con motivo de aquel efeméride tendrá lugar este sábado en un concierto que reunirá a algunos de los artistas que en su día le acompañaron: Niño Josele (director del citado festival), Jorge Pardo, Juan Manuel Cañizares, Rubem Dantas y Duquende, entre otros. También hasta ese día se exhibe en la Casa de Cultura una exposición fotográfica dedicada a su figura, obra de Paco Manzano. «No recuerdo que Paco de Lucía estuviera nervioso, sí muy concentrado, tanto que no se dio cuenta de que le fotografié fumando a menos de un metro y con flash», recuerda el autor de las cuatro fotos de aquella noche que acompañan a este reportaje, de las que las tres en color son inéditas. El origenCuándo empezó Paco de Lucía a imaginar aquel disco es algo que ninguno de los entrevistados sabe situar con exactitud, pero Niño Josele lo ve natural: «Siempre tuve la impresión de que Rodrigo lo había compuesto pensando en un guitarrista que lo tocaría en el futuro. Y ese fue Paco». Pero cuándo y por qué se metió en ese lío. Responde Nieto: «La idea le rondaba desde hacía años, pero fue su entonces mujer, Casilda Varela, quien le ayudó a encontrar a la persona adecuada». La amiga se refiere al guitarrista José María Gallardo del Rey, a quien Paco de Lucía conoció en casa de un amigo del matrimonio. Así, el sevillano se convirtió, a los 33 años, en maestro del maestro. «Aprendí en 15 segundos, era como un depredador», dice Gallardo. Paco de Lucía fumando la noche de su concierto en Torrelodones, donde grabó la obra de Joaquín Rodrigo. Paco ManzanoGallardo explica que Paco de Lucía callaba entre la uña y la yema de los dedos de la mano derecha. «Es insólito, porque los guitarristas tienden a dejar la izquierda para pulsar las cuerdas sobre el diapasón, con lo que se da cuenta de que la técnica era tan distinta a la suya que se lesionó», explica quien tuvo que hacer de director de orquesta cuando giró la obra para Japón al hacerle de «traductor» porque era un músico situado entre el flamenco y el clásico. Las carenciasConociendo sus limitaciones, la de Gallardo fue sólo una de las muchas ayudas que solicitó. Luego llegó la de otros guitarristas como Cañizares o el sobrino de De Lucía, José María Bandera. Pero aunque conocía sus carencias, había algo que le empujaba con fuerza a seguir con aquel reto: el desprecio que la música clásica había mostrado por el género jondo. Del guitarrista Andrés Segovia fue la definición del flamenco como «esa música que se toca en las tabernas». Más allá de declaraciones malintencionadas o desafortunadas, hay datos que corroboran ese desprecio: el primer profesor de guitarra flamenca del mundo no se instaló en España, sino en el Conservatorio de Rotterdam. Fue en 1976, meses después de que Paco de Lucía tocara en el Teatro Real de Madrid generando revuelo mediático y algo parecido al pavo entre muchos músicos clásicos. El aprendizaje, por tanto, vino después. Y llegó a Japón, donde conoció al maestro de la guitarra clásica Shin-ichi Fukuda. «Ni Paco hablaba japonés, ni Fukuda español y apenas inglés. Para más inri», explica Manolo Nieto, «mi amigo Paco no tenía ni idea de leer una partitura». Por eso el idioma que utilizaban era otro y así el japonés recuerda para este diario (y gracias a la traducción de Mariko Ogura) que su primer diálogo consistió en intercambiar las guitarras: «Me dejó tocar su Hermano Conde y yo le dejé mi Ignacio Fleta». A los pocos minutos, Algeciras le preguntó si podía tocar el Concierto de Aranjuez. Y así comenzó otra colaboración clave para el proyecto, ya que el músico Nippon recuerda que Paco de Lucía lo grabó con dos cámaras de vídeo con las que grabó la mano derecha y la mano izquierda del japonés. «Me grabó mostrando diferentes formas de tocar la misma escala, explicando posibles soluciones. Me preguntó sobre la lectura de partituras, estructuras rítmicas y digitalizaciones. Todas sus preguntas eran acertadas, y su instinto musical, prodigioso. Tenía una capacidad casi sobrehumana para memorizar con sólo ver o escuchar algo una vez. Al final, tenía la sensación de estar recibiendo una lección». Con toda esa información, Paco de Lucía se encerró en su casa caribeña y ensayó hasta la extenuación. El conciertoEl disco se quedó sin financiación cuando Paco de Lucía estrenó su versión del Concierto de Aranjuez en la Sala Pleyel de París, en febrero de 1991, y durante la gira de un mes por Japón. Polygram, su discográfica, alegó que, además de caro, su sello clásico, Deutsche Grammophon, ya tenía muchas grabaciones del Concierto de Aranjuez. Lo que no tenían, ni veían, es que aquella era la primera que abordaba un flamenco. Un flamenco llamado Paco de Lucía. Sólo una ayuda de la Sociedad Estatal Quinto Centenario, creada por el Gobierno de Felipe González para organizar los fastos del llamado descubrimiento de América y la Expo’92, lo hizo posible. Y así pudieron sumarse al proyecto nombres como John Kurlander, un sonidista que años después se encargó de películas como El Señor de los Anillos y que se trajo de Londres una unidad móvil de la BBC para hacer una grabación complicadísima. «Se pidió silencio absoluto al público porque el concierto se iba a grabar en directo. Y hasta mi cámara de fotos era un problema porque era analógica y hacía demasiado ruido», explica Nieto, que recuerda a su amigo «íntimamente callado». El recital arrancó con la Sinfonía Clásica de Serguéi Prokófiev y después entró Paco de Lucía, el único sin partitura sobre las tablas, al que la Orquesta de Cadaqués dejó cabreado. Al final, no se tocaron las tres piezas de la suite Iberia de Isaac Albéniz, arregladas por Cañizares, que se sumó a la grabación para que el disco tuviera el minutado suficiente para los estándares comerciales del momento. ¿El motivo? Una vez más, la falta de presupuesto. Paco de Lucía rodeado de músicos la noche de su concierto en Torrelodones. Desde la izquierda, Paco de Lucía, Michel Camilo, Josemi Carmona (de Ketama), Tomatito, Juan Carmona (de Ketama), Joselín Vargas y Antonio Carmona (de Ketama). Paco ManzanoAl final, el maestro Rodrigo subió al escenario y le pidió que volviera a interpretar el segundo movimiento completo, el Adagio más famoso. «Lo pienso y me da miedo», dice Niño Josele, «tocar el trabajo de otros, un maestro reconocido». La hizo tan personal, tan suya. . . Pero no me cabe duda de que la prueba la superó». El resultadoRodrigo bendijo efectivamente a Paco de Lucía. No dando un sí o un no rotundo, sino lanzando una frase de que el compositor valenciano era más flamenco que clásico: «Nunca oí mi Concierto de Aranjuez tocado tan eróticamente y con tan inspirado fuego». Cañizares da una explicación algo más técnica: «Paco dio un ritmo a ese concierto que nunca tuvo porque donde los músicos clásicos defendían la nota limpia, él buscaba el ritmo». El catalán, que entonces tenía 22 años, recuerda todos aquellos «como una joya». Por su parte, Josemi Carmona, guitarrista y el más joven del grupo Ketama, tenía 20 años. «Fue muy emocionante. Era precioso, le daba la rabia del flamenco y la dulzura del clásico. Paco estaba contento después del concierto, pero nos dijo varias veces lo difícil que había sido sacarlo adelante, tocarlo, aprenderlo», explica quien aparece en una de las fotos de este artículo junto a Michel Camilo y el resto de miembros de su banda, en pleno auge tras publicar su éxito No estamos locos. También sale, embellecido, Tomatito. Y en otra toma firmada por Manzano está Pepe Habichuela. No es casualidad ese número de guitarristas: era a ellos a quienes Paco de Lucía no quería defraudar. Por eso, dijo lo siguiente al final de la actuación: «Esto ha salido bien, pero para mí no es un éxito. Esto es bueno para el mundo que defiendo». «Defiendo», dijo el flamenco, reconociendo que abría para los suyos un camino sin vuelta atrás. El legadoCinco años después, fue el propio Cañizares quien grabó el mismo concierto a petición de la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Sir Simon Rattel. «Cuando se lo conté a Paco, se puso contento y me dijo que adelante, que estaba más que preparado». Tres décadas después del concierto de Torrelodones, Tomatito hizo lo propio, pero en medio se abrieron caminos impensables para un artista flamenco dentro de la música clásica. El caso más ambicioso fue el de Enrique Morente en 1996, que dio un paso más, grabó nada y con mucha ayuda un disco con dos obras clásicas: Alegro Soleá y Fantasía del Cante Jondo. Y como Paco de Lucía, sin leer partitura. El empeño de Paco de Lucía es celebrado hoy por los aficionados, «desde los clásicos hasta los flamencos», como le gusta destacar a Bandera. Un compromiso que había que grabar porque, como decía el protagonista de esta historia, «los conciertos se los lleva el viento». Pero como recuerda Gallardo del Rey, aquella vez tuvo más sentido que otras. Porque si su discográfica no veía el valor de lo que proponían, las orquestas de medio mundo sí. El guitarrista sevillano afirma que en cuanto se enteraron de lo que hizo, le ofrecieron los mejores teatros y directores de orquesta para interpretar su Concierto de Aranjuez, pero no volvió a tocar ese directo y nunca le oí hablar de ello. «Me atrevo porque lo viví», nunca dijo eso. Tocar una música que no era la suya nunca hizo que Paco se sintiera libre, y creo que lo hizo muy mal al enfrentarse a un lenguaje y a una obra que no era la suya. Sin embargo, esa dificultad lo trascendió. «BabeliaLos mejores críticos analizan las novedades literarias en nuestro boletín semanal.
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El 24 de abril de 1991, Paco de Lucía tenía 44 años y 24 discos a sus espaldas, sin contar los nueve que había registrado con Camarón. En su último disco en solitario, Siroco (1987), prescindió de su sexteto ante sólo nueve composiciones que le consagraron como uno de los mejores músicos españoles del siglo XX. Pero aquella noche de abril, en el Teatro Bulevar de Torrelodones, Paco de Lucía no estaba solo.