Contar la violencia con honestidad y belleza

La serie Los gatos, las máscaras, las sombras, estrenada recientemente en Cubavisión, aborda uno de los problemas sociales más graves y silenciados: la violencia contra las mujeres y las niñas. Esta producción, dirigida por Elena Palacios, pretende narrar una historia y, al mismo tiempo, provocar un análisis profundo de la dinámica del poder. . The article Narrar la violencia con belleza y sinceridad appeared first on Cubadebate.

 

La serie Los gatos, las máscaras, las sombras, estrenada recientemente en Cubavisión, aborda uno de los problemas sociales más graves y silenciados: la violencia contra las mujeres y las niñas. Esta producción, dirigida por Elena Palacios, pretende narrar una historia e intentar provocar un análisis profundo de las dinámicas de poder. . The article Contar la violencia con integridad y belleza appeared first on Cubadebate.

  

Entre el grupo de actrices y actores destacados de la serie, destaca Daisy Quintana (a la izquierda en primera fila) con su personaje Laura, la psiquiatra. Foto: Tomada del Portal de la Televisión CubanaLa serie Los gatos, las máscaras, las sombras, estrenada recientemente en Cubavisión, se adentra en uno de los problemas sociales más graves y silenciados: la violencia contra las mujeres y las niñas. Bajo la dirección de Elena Palacios, esta producción no sólo busca narrar una historia, sino generar una profunda reflexión sobre las dinámicas de poder, las desigualdades de género y el impacto que estos temas tienen en la sociedad. Elena Palacios, que cuenta con una sólida trayectoria en el campo audiovisual, ha trabajado en temas de género, pero esta serie es su incursión más directa y ambiciosa en el tratamiento de la violencia. En Gatos, máscaras, sombras, la directora encontró en el formato serial una oportunidad única para explorar con mayor profundidad y sensibilidad las complejidades de este fenómeno. Para abordar adecuadamente las complejidades de este tema, la experimentada directora contó con el asesoramiento de Ivón Ernand, médica y especialista en género, y Karina Paz, profesora de estudios de género de la Facultad de Artes de los Medios Audiovisuales (Famca). Ambas colaboraron estrechamente en la creación de la serie, con una perspectiva clara: que el tratamiento de la violencia fuera no sólo realista, sino también respetuoso con las víctimas. Sobre esta serie de 12 capítulos, que promete generar una conversación necesaria sobre cómo la sociedad puede cambiar para erradicar la violencia de género y proteger a las mujeres y niñas, la directora Elena Palacios compartió: «Hay una motivación profundamente personal en mi trabajo. No sólo soy directora, guionista y escritora, también soy una mujer consciente y comprometida con las cuestiones de género. Me identifico como feminista, y no me da miedo decirlo. Creo que es importante insistir en el término, porque, aunque feminismos es plural, mucha gente sigue asociando la palabra a algo negativo o exclusivo de las mujeres, cuando en realidad va mucho más allá». «A lo largo de mi carrera, he reflexionado sobre la importancia de incluir a los hombres en estos análisis. Como dijo Betty Friedan, una feminista de la segunda ola: El hombre no es el enemigo, es otra víctima. Comparto esa idea, pero también creo que, debido al desequilibrio histórico de poder, es esencial centrarse en la violencia contra las mujeres y las niñas». Palacios también mencionó que la serie nació de su propia necesidad de visibilizar estas dinámicas y generar un espacio de cambio: «Como creadora, siento la responsabilidad de insistir en estos temas, estudiarlos y presentarlos de una manera que invite a la violencia a la reflexión y al diálogo. Es un reto profundamente profesional». ¿Qué pretende transmitir con este enfoque? -El tratamiento visual y narrativo de la violencia fue una decisión meditada. Aunque mostrar escenas explícitas puede parecer necesario en algunos casos, puede generar rechazo en el público o incluso en las instituciones que apoyan el proyecto. Decidí optar por la sugerencia porque permite al espectador imaginar lo que ocurre, lo que puede resultar mucho más impactante y poderoso. «Esto no significa que eliminemos la violencia de la serie. Hay momentos en los que es inevitable mostrarla explícitamente, pero incluso en esos casos cuidamos cada detalle, desde la narración hasta el escenario, para que el mensaje sea claro y respetuoso. La ficción tiene el poder de movilizar emociones y generar conciencias de una forma que otros formatos no siempre consiguen, y eso es algo que debemos utilizar con inteligencia». -Laura, la psiquiatra interpretada por Daysi Quintana, parece un personaje clave. ¿Qué papel juega dentro de la narración? -Es una psiquiatra especializada en violencia de género, y su personaje está inspirado en Ivón Ernand, que aportó una visión impagable al proyecto. Queríamos mostrar no sólo el impacto de la violencia en las víctimas, sino también en quienes trabajan directamente con estos temas. «Laura es un personaje complejo. Por un lado, es una profesional experta y, por otro, se enfrenta a los mismos retos y dificultades que cualquiera en su vida personal. Tiene adolescentes en casa y, aunque es especialista en violencia, a veces le cuesta identificar lo que ocurre en su propio entorno. Su dolor personal, que se sintoniza en algunos momentos de la serie, le impulsa a buscar apoyo terapéutico». «Este personaje no sólo aporta profundidad a la narración, sino que sirve para humanizar a quienes trabajan en el ámbito de la violencia de género y mostrar sus retos y vulnerabilidades». -¿Cómo ha conseguido el equilibrio entre la dureza del tema y la estética visual? – Creo que el contraste entre la belleza visual y la dureza del contenido puede ser muy eficaz. En el capítulo 12, por ejemplo, hay una tragedia devastadora, pero la forma en que filmamos esa secuencia, con cámara lenta, movimientos cuidadosos e iluminación que juega con los oscuros, crea un impacto emocional único. «Para mí, el arte debe ser estéticamente atractivo, incluso cuando trata temas difíciles. No creo que la crudeza visual sea siempre necesaria para transmitir un mensaje poderoso. La narrativa y la estética pueden integrarse para lograr un impacto más profundo en el espectador». -¿Qué elementos considera clave para que una producción tan sólida en su contenido conecte de forma tan honesta con el público? – Para mí, la belleza y la honestidad están directamente relacionadas con lo que uno es. Si eres transparente sobre lo que quieres decir y hacia dónde quieres ir, esa es la base de la integridad del producto acabado y de la belleza del producto acabado. Más allá de la forma en que se logra, ese enfoque nos acompañó desde el principio, tanto a mí como a quienes me apoyaron en este proyecto. «En cuanto a la serie, no prestaba mucha atención a las reacciones del público, ya que estaba enfocada en la producción, pero espero que conmueva. Espero que llegue a la gente, que alguien se sienta identificado o vea algo que le resuene». «Hay temas que quería tratar en la serie, pero no tuve tiempo de profundizar en ellos. Uno de esos temas importantes, más allá de la violencia en sí, es el concepto de la buena víctima. Ivonne y yo hablamos mucho de esto, y es algo en lo que seguimos insistiendo. Es el mito de que hay mujeres buenas, que merecen respeto, compasión y reacciones protectoras ante lo que les ocurre, y mujeres malas, provocadoras, buscadoras, que sufren las consecuencias de su comportamiento o de su forma de vida. Es un mito que debemos derribar, especialmente en las narrativas sobre la violencia de género». «Otro punto importante que estamos tratando es el de la indiferencia y la campaña en la que se basa con el lema ‘No mires también es violencia’. Es esa actitud de ver algo injusto o violento, como en una fiesta o reunión de amigos, y decir ‘no es mi problema’, como si fuera sólo entre la víctima y el agresor. Ese tipo de desinterés también es una forma de violencia, y hemos intentado señalarlo de forma sutil pero clara a lo largo de la serie. Es un mensaje que espero que siga resonando en todo momento». Gatos, máscaras, sombras, cada elemento del título funciona como una poderosa metáfora que atraviesa la narración. Los gatos, silenciosos y sigilosos, simbolizan las verdades ocultas, las que se deslizan en la oscuridad de una sociedad que a menudo prefiere no ver. Las máscaras representan las apariencias, las fachadas que cubren el dolor y la violencia, tanto para quienes la ejercen como para quienes la sufren. Y las sombras, con su hábil naturaleza, aluden a las historias no contadas, a los secretos y ecos de quienes han sido silenciados. La serie invita a quitarse las máscaras, iluminar las sombras y enfrentarse a las verdades que acechan como gatos en la penumbra, exigiendo ser escuchadas. (Día de la Juventud Rebelde)

 Cultura – Cubadebate 

De interés similar