Con cuatro días de diferencia, fallecen dos de los pocos referentes fundamentales del flamenco alejados de la fantasía estética de Paco de Luca.
El flamenco es un género pobre, monótono, repetitivo y homogéneo donde las referencias de siempre son totalmente fijas, invariables y unívocas, es una música «estabilizada», en el sentido (peyorativo) que le da T. W. Adorno. Todas son notas al pie de Camarón, Paco de Lucía y Enrique Morente. En la medida en que las fronteras del género son las fronteras de los imaginarios estéticos que crean. Más información y flamenco desaparecido En el toque, la omnipresencia de Paco de Lucía adquiere tintes dramáticos, pero no precisamente en el sentido de generar una paralizante ansiedad de influencia sino, muy al contrario, en el de ofrecer un camino marcado y homologado, con competencias específicas y criterios consensuados que, a pesar de exigir un nivel técnico muy alto, asegura, a modo de cualificación profesional, una aceptación inicial en el sector dominante del mercado. Se trata de un territorio agredido, con una competencia feroz y movimientos y posiciones que rara vez sorprenden de verdad. La supuesta huella personal se convierte en una cuestión de estilo. Sin duda, la industria flamenca es prácticamente incapaz de aceptar hitos que no tengan como centro la tríada Camarón / Paco / Morente, a pesar de que el párrafo anterior tiene un punto de boutade, un punto de grasa (o sea, sociológico), hablando sin el espíritu de epatar. Por eso, aunque ya no estuvieran activos, la muerte en pocos días del Perico conmueve. Diego de Morón y Perico del Lunar son (Madrid, 13 de marzo de 1940- 27 de agosto de 2025) y Diego de Morón (Morón de la Frontera, 18 de abril de 1947- 31 de agosto de 2025) tenían una enorme carga simbólica. Diego de Morón y Perico del Lunar hijo vivían en regiones muy alejadas de Paco de Lucía. Aunque compartían admiración mutua y referentes históricos y maestros similares, su centro era otro y sus lecturas de esa historia muy distintas, incluso frente a ellos. Paco de Lucía generó un paradigma original con una eficacia adaptativa inigualable hasta el momento. Su toque en la práctica destruyó todas las demás escuelas, que sólo persistieron bien hasta su temprana inanición bien por el rancio vínculo de los tramos familiares. (E incluso en muchos casos dentro de esta estructura de tramos, los eslabones posteriores e incluso coetextras a la irrupción de Paco de Lucía modificaron e incluso casi eliminaron los elementos de la escuela familiar, dejando guiños vestigiales en forma de paráfrasis). Diego de Morón y Perico del Lunar son ejemplos de esta incómoda estructura de tramos. Nunca pretendieron ser originales (término que pide comillas a gritos) sino que decidieron seguir desarrollando un campo que delimitaban, respectivamente, su tío y su padre. Dos escuelas, ambas muy definidas, originales y radicales, fueron creadas por Diego del Gastor y Perico del Lunar Padre. Cuando él murió, la herencia recayó en sobrino e hijo, y ellos tomaron la herencia como un encargo. No son epígonos, son continuadores, y ambos llevaron estas escuelas hasta el extremo, hasta un punto al que, seguramente, sus predecesores no habrían podido llegar. No se trata ahora de dibujar el valor ideológico de la política del tramo -esa es otra cuestión-, sino de señalar los anómalos y potentes hallazgos musicales, artísticos, que esa política ha parido. La revolución simbólica (en un sentido literal de dislocación de los símbolos) que supusieron ambos toques aporta al flamenco una riqueza sin la cual, y por residual que fuera, estaría completamente muerto, estabilizado. Pocos son ya los que viven al margen de la influencia comercial de la Tríada, y de los pocos que lo hacen, menos aún son los que pueden disponer de espacio suficiente para desarrollarse con el tiempo de que dispone un profesional (los ejemplos se cuentan). El toque de Diego de Morón se parece al de su tío Diego del Gastor, hecho verdaderamente ininteligible en el desarrollo del toque flamenco. Ninguno de ellos fue demasiado prolífico para grabar. Cuando lo hizo el Gastor, se grabó en directo. Mantienen sus toques, pero en grabaciones muy mejores, muchas veces de fiestas privadas otras veces tomadas en festivales y en algún caso puntual, en un ambiente más cuidado. Diego de Morón ha tenido mejor suerte. Un guitarrista de culto al que vinieron a buscar de todas partes para escucharlo (y que ha permitido la circulación -o al menos el registro. . . – de cientos de sus intervenciones), en 1975 grabó acompañando a su padre, el infravalorado Joselero de Morón, dos larga duración titulados «A Diego», verdaderos hitos del flamenco. Más tarde, en 1977, grabó para Movieplay, bajo la producción de Garciapelayo y con la colaboración, entre otros, de Jesús de la Rosa y la Tele, del grupo Triana, un disco de estudio de ropedo titulado simplemente Diego de Morón. Supuestamente su peculiar carácter le apartó de los estudios desde entonces, siendo incluso infrecuentes por momentos sus actuaciones en directo. Es ya a finales de los 90 cuando otros dos espléndidos discos suyos, Diego. Vivo en Japón y Diego del Gastor, en Morón, dentro de la serie Cultura Jonda, grabaciones también ineludibles. Perico el del Lunar Padre tuvo que inventar los toques. Cuando en 1954 dirigió y grabó las guitarras de la pionera Antología del cante flamenco de Hispavox, él mismo relató que se vio obligado a diferenciar toques donde antes no se diferenciaban para marcar la diferencia entre los cantaores de una misma rama (diferenciar de la soleá variaciones como la caña y el palo o, de la seguiriyah, la luz y la serrana). Su toque se puso al servicio del cante de una forma mucho más depurada y consciente que en cualquier otro toque anterior. No había vocación de guitarra de concierto ni de luz. Y es bajo este litot que la guitarra toma su carácter radical. Esta litte fue llevada hasta el final por su hijo con una precisión de reloj, tanto en las falsificaciones como, sobre todo, en la comprensión del canto. La parte más extrema de José Menese (véanse los siguientes y cabales grabados para el Archivo del Cante Flamenco de Caballero Bonald), Rafael Romero, Juan Varea, Chocolate y todos a los que acompañó, fueron casi todas las figuras del cante de su época (incluyendo registros de cantaores asociados a la extrema izquierda como Paco Moyano o Luis Marín). En 2001 dirigió una injustamente ignorada Antología Flamenca (Original Future Sounds), con un criterio estético similar al de su padre de 1954 (amplio pero no enciclopédico, crítico y no genérico) pero con un toque lleno de riqueza inédita que aporta a la guitarra flamenca una enorme cantidad de recursos e ideas. Ninguno de los discos mencionados está disponible en el mercado. Lo dramático de los toques de Diego y Perico es que su muerte deja territorios en ruinas, que es lo dramático de Paco de Luca, que es que su propuesta desbordó una región. Quizás en el caso de Morón, el llamado «Toque de Morón» (en un sentido peculiar que hace de un toque personal una marca regional) la tragedia se frustra pues hay algunos de los tocaores que mantienen ese estilo (aunque no con la libertad que se sabe continua y no epígono), pero en el caso del Lunar, la tragedia se consuma.
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El flamenco es un género mediocre, monótono, repetitivo y homogéneo en el que las referencias de siempre son completamente fijas, invariables y unívocas. Es una música «estabilizada» en el sentido (peyorativo), que le da T. W. Adorno. Todos ellos son notas al pie de Enrique Morente, Paco de Luca y Camarón. En la medida en que las fronteras del género son las fronteras de los imaginarios estéticos creados por ellas. Seguir leyendo