Esta ciudad costera con espíritu de pueblo, que tradicionalmente ha estado a lomos del mar, está cada vez más anclada en la cresta y en el mercado central de su casco antiguo, en las salvajes playas de la cercana sierra de Irta, y en el paradore, que se alza hasta casi tocar las aún templadas aguas del Mediterráneo.
Desde la playa del Morrongo, que se extiende frente al puerto de Benicarló (Castellón), se ve a los barcos pesqueros hacer su entrada en el puerto a las 16:30 horas. Llegan escalonadamente, cada 10 minutos, a una velocidad máxima de tres nudos (nadar en ellos suponía antes un entretenimiento para los niños). Llevan cajas de langostas, sepias, oros y lenguas, que pasan de las manos de los pescadores a las de las pescadoras en segundos, en una subasta digital. Separados por una cristalera están los visitantes que quieren observar este intercambio regulado. El género, calentado con hielo y con una etiqueta que indica dónde ha sido capturado, se reparte entre los puestos del Mercado Central del casco histórico de Benicarló y en restaurantes como el Parador, que lo sirve a la plancha (la laguna y la sepia) o al horno (la dorada), todo con el mar de fondo, en septiembre, cuando comienza el segundo verano en esta costa familiar. Dentro del ParadorUn hotel de playa El jardín del Parador de Benicarló, que cuenta con plantas autóctonas, se despliega para casi conectar con el Mediterráneo. Abierto todo el año, ocho de cada diez clientes del hotel son nacionales. Los extranjeros proceden de Francia, Reino Unido y Alemania, principalmente. El parador cuenta con pista de pádel, fútbol y minigolf. Podría ser Los Ángeles El hotel dispone de 106 habitaciones con vistas al jardín, decorado con varias hileras de altas palmeras de tallo a punto de retorcerse coronadas por las hojas. El restaurante, que también da a este espacio abierto, sirve pescado de lonja, productos de la huerta y aceite de Castellón (la provincia con mayor producción fuera de Andalucía). Tumbona y reservaLa piscina de temporada está abierta hasta finales de octubre, una forma de aprovechar el suave clima de la costa de Castellón. De grandes dimensiones, permite nadar. En paralelo al vaso la terraza de La Arrocería, el restaurante especializado en paellas, arroz senyoret y arroz negro. Playa del MorrongoSon 300 metros de arena a 30 metros de la paradoja. Al fondo, tras la hoguera, se encuentra el puerto de Benicarló, desde el que salen barcos de pesca para faenar a las 4 de la mañana y embarcaciones de recreo que se dirigen hacia Peñíscola o el delta del Ebro en excursiones organizadas. En dirección opuesta, el centro histórico de Benicarló. El coche, en el aparcamiento El Parador de Benicarló, habilitado para el cicloturismo, es uno de los 35 hoteles de la red que dispone de una zona para reparar y guardar bicicletas. También dispone de una docena de bicicletas de paseo para alquilar desde tres horas hasta todo el día. Agua dulce y saladaAl final de la piscina hay una puerta que permite cruzar en segundos a la playa del Morrongo, conocida como la playa de los Zaragozanos. Algunos aragoneses tienen su segunda residencia en Benicarló, a 3 horas en coche de Zaragoza. Hay bañistas saltando las olas hasta noviembre. Junto aSiguienteTodo ocurre ahora con el mar en mente en este municipio de 28, 681 habitantes, que antes de la eclosión del turismo volvía la cara al Mediterráneo: era más vertiente de la huerta, de la alcachofa con denominación de origen y del tomate rosa del Maestrat. Y claro que Benicarló recibía visitantes antes de que la costa del Azahar fuera lugar de veraneo, pero de otra manera. El parador abrió como hostal de carretera en 1934, un piso de ocho habitaciones a medio camino entre Barcelona y Valencia, un lugar donde dormían los primeros turistas, como también ocurrió en Manzanares (Ciudad Real). La gran expansión del parador de Benicarló, cuenta Álvaro Ramos, su director, fue en los años 70, cuando se convirtió en el hotel de playa que es hoy, con palmeras y piscina. Los clientes, el 83% nacionales, «vienen a relajarse y descansar», resume este gerente gallego. «El buen tiempo dura hasta noviembre», añade. La zona tiene dos veranos, el que todo el mundo conoce (julio y agosto), y el que algunos prefieren (septiembre y octubre). Los turistas son los menosSólo hay cuatro hoteles en Benicarló, que sigue trabajando la tierra. Esta localidad con espíritu de pueblo puede parecer un clásico destino de vacaciones si te das un baño en la familiarísima playa del Morrongo, pero nada más entrar, hacia el casco antiguo, te das cuenta de que no tiene nada que ver con la vecina Peñíscola, situada a 10 minutos en coche o 25 en bicicleta y que cuenta con 10, 000 plazas hoteleras. Benicarló es muy diferente y que están casi unidas. Puede que no deslumbre a primera vista, como dice el coordinador de su oficina de turismo, Ciro Forés, pero el que visita la ciudad vuelve. «Como cuando comes un arroz que, si te sabe muy fuerte la primera cucharada, luego te deja de gustar», explica, ayudado por una analogía gastronómica. Tanto peso tiene este ingrediente en la zona -y no por su cercanía a Valencia, sino a los arrozales del delta del Ebro, en Tarragona- que el parador cuenta con un segundo restaurante llamado La Arrocería, que sirve paellas y arroces -y tomate del Maestrat de entrada- al aire libre y al mar. Actividades para todos en un entorno naturalVisitas culturales, turismo sostenible, dinamización. . . Cómo disfrutar al máximo de la zona donde se encuentra el Parador de Benicarló A 100 metros del parador está el puerto y la lonja, donde el cargador Manolo Peris acaba de descargar el género. Tras levantar el vallado que impide pescar en julio y agosto, las diez embarcaciones que quedaban en Benicarló (eran 40) han vuelto a faenar. «Cuando baja la temperatura del agua, se pesca más», explica Peris mientras estira las artes con las que ha capturado jureles y besugos. El mar empieza a refrescar en septiembre, pero el baño sigue siendo muy agradable en la costa castellonense: 25. 2 grados se registran de media este mes. En Ribadeo, en Galicia, para comparar extremos, son 18. 2 grados, según la web especializada Temperatura del Mar. Manolo Peris sostiene una caja de lagos recién pescados en el puerto de Benicarló. Mònica Torres1, 2 kilómetros en línea recta separan el puerto del Museo de la Ciudad de Benicarló (Mucbe), en el centro histórico. Forés recuerda la industria conservera que dio nombre a la playa del Morrongo por el pimiento morrón, y la fábrica textil cuyos restos se conservan en una chimenea de ladrillo protegida, similar a las que abundan en los polígonos de Terrassa y Sabademnica, en Barcelona. De camino a este antiguo convento de franciscanos (visto en el siglo XVI), Forés recuerda la industria conservera que dio nombre a la playa del Morrongo por el morr La gente para con el coche, baja la compra y el de detrás no pita, así se describe la vida en este gran pueblo forés, que anima a entrar en el mercado central a comprar galera, marisco sin especificar, barato, antes desposeído, pero que gusta mucho en la zona, o a tomar frutas y verduras de huertas locales, unas piezas señaladas en la verdulería con la etiqueta «de producción propia». También invita Forés, a través de la heladería Costa Dorada, a tomar una horchata elaborada en una de las dos fábricas existentes en Benicarló. El parador, siempre ligado a la comarca en la que se ubica, ofrece en el desayuno la bebida de chufa con fartons, ese bollo alargado y esponjoso que algunos valencianos generosos se llevan al trabajo cuando tienen años. Idoia, Raúl y Mireia me recomiendan llevar a mis amigos al embalse de Ulldecona, en La Pobla de Benifassà. Puede ducharse o montar en kayak, caminar por senderos (Faig Pare es el más conocido, y es sencillo), o recorrer BTT en bicicleta si tiene algo de experiencia. Idoia Querol Auxiliar de Recepción 1 año en Paradores Pasado Morella, pueblo de montaña con castillo, es el santuario de la Virgen de la Balma, en la margen izquierda del río Bergantes. Es una ermita excavada en la roca. En el entorno hay un restaurante abierto todo el año. Raúl Muñoz Oficial de mantenimiento 9 años en ParadoresLa alcachofa de Benicarló, que tiene su nombre de origen, la ponen en platos salados y dulces. Aunque es en el invierno, se puede disfrutar en el parador, que se sirve con gamba roja y alcachofa, o en la crema de alcachofa, un postre de verduras. Mireia Vieco Cocinera 25 años en ParadoresEn bici a PeñíscolaEl parador dispone de una docena de bicicletas de paseo que los clientes pueden alquilar para moverse por la zona. Una excursión muy habitual, dice Ramos, el director, es acercarse a Peñíscola para visitar el castillo o la sierra de Irta, un parque natural que se extiende a lo largo de 12 kilómetros de costa, lo que ha permitido una quincena de playas vírgenes en la muy construida costa levantina con nombre propio. También hay señalizados ocho itinerarios interpretativos a pie y tres en bicicleta, que permiten conocer la torre Badum, las dunas del Pebret o la ermita de Santa Llúcia i Sant Benet. Un ciclista sube una valla en la Sierra de Irta, con el castillo de Peñíscola al fondo. Mònica TorresJesus Figuerola es responsable de la brigada municipal de obras y servicios del Ayuntamiento de Peñíscola. Basándose en las lecciones de la vida del pueblo, conoce la sierra de Irta y cómo desenvolverse en ella. Señala un cucó, un almacenamiento natural de lluvias protegido por una pequeña construcción para que el sol no acelere la formación de algas en el agua estancada. «Si hay agua, el agua es buena. Quizá ahora no se beba de esos lugares, pero antes servía para refrescar o dar de beber a los animales», dice. Los padres enseñaban a los niños a interpretar el entorno. Si había llovido recientemente, el agua de los cucós estaba limpia. También les enseñaron a coger las palmeras, una planta ahora protegida, porque el corazón almacena agua y sirve para hidratarse. Información que no aparece en las guías. Figuerola insiste en cargar con agua la excursión: «Tres litros por persona», asegura este funcionario, que hace una parada para saludar a Enrique y María Teresa, un matrimonio mayor que vive dentro del parque natural en un antiguo edificio, de los pocos que existen en la sierra. Ofrecen agua fría de una nevera que se alimenta de una bombilla de butano. Él, de 82 años, habla de la costa a la que se enfrentan y recuerda aquel día que sacó 30 de oro allí mismo. Ya no se puede pescar. En esa playa, la de los Russo, una de las más populares porque es de arena, la gente se baña, toma el sol y ve pasar algún barco. Comunidad Valenciana, en 3 ParadoresCRÉDITOS: Redacción y guión: Mariano AhijadoCoordinación editorial: Francis PacháFotografía: Mònica TorresDesarrollo: Rodolfo MataDiseño: Juan SánchezCoordinación con contigo
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Desde la playa del Morrongo, que se extiende frente al puerto de Benicarló (Castellón), se ve a los barcos pesqueros hacer su entrada en el puerto a las 16:30 horas. Llegan escalonadamente, cada 10 minutos, a una velocidad máxima de tres nudos (nadar en ellos suponía antes un entretenimiento para los niños). Llevan cajas de langostas, sepias, oros y lenguas, que pasan de las manos de los pescadores a las de las pescadoras en segundos, en una subasta digital. Los visitantes que quieren observar este intercambio regulado están separados por una cristalera. En restaurantes como el Parador, que lo sirve a la plancha (el lago y la sepia) o al horno (el dorado), todos con el mar al fondo, en septiembre, cuando comienza el segundo verano en esta costa familiar, el género, que se calienta con hielo y tiene una etiqueta que indica dónde se ha capturado, se reparte entre los puestos del Mercado Central del casco histórico de Benicarló. Leer másRedacción y guion: Mariano AhijadoCoordinación editorial: Francis PacháFotografía: Mònica TorresDesarrollo: Rodolfo MataDiseño: Juan SánchezDiseño: Adolfo Domenech