Rebeca Mejía convierte sus cicatrices en palabras para inspirar y sanar

En Las cicatrices que me cuentan, la autora hondureña narra con honestidad y fuerza su historia, transformando el dolor en un testimonio de amor propio y perdón.

No todas las cicatrices se ven. Algunas están impresas en la piel; otras, más profundas, habitan en el alma. Rebeca Mejía, nacida en Honduras y residente en España, ha decidido mostrarlas todas en Las cicatrices que me cuentan, un relato autobiográfico que es, al mismo tiempo, un acto de valentía y una invitación a mirarse con ternura después de la tormenta.

La autora comenzó a escribir hace ocho años, pero fue la necesidad de compartir su historia lo que impulsó este libro. “Quise que otras personas que hayan pasado momentos difíciles se vean con el mismo amor y perdón con el que yo me veo”, explica. En sus páginas, recorre con franqueza episodios de su vida marcados por la violencia física y emocional, la objetivación de su cuerpo desde niña y las heridas invisibles que dejan ciertas experiencias. Lo hace con una escritura que alterna crudeza y ligereza, construyendo un relato real, honesto y en ocasiones brutal.

Lejos de recrearse en el dolor, Las cicatrices que me cuentan se adentra en él para extraer su sentido. Es un libro que habla de amor, risas, decepción y lágrimas; de vulnerabilidades y perdón. Rebeca se convierte en protagonista y narradora, pero también en espejo para el lector, que puede reconocerse en sus luchas internas, en sus familiares cercanos y en los “monstruos” que aparecen a lo largo de su vida.

Publicar un libro con esta carga personal no es sencillo. Para hacerlo posible, Rebeca confió en Letrame Grupo Editorial, una editorial que acompaña a autores en el proceso de cómo publicar un libro desde la idea inicial hasta su llegada a las librerías. “Escribir después de tantos años ha despertado en mí el amor que siempre tuve por las letras”, reconoce, adelantando que le encantaría volver a publicar.

Entre las primeras opiniones, sus lectores destacan que la obra les hizo “llorar y reír”, que la leyeron “en una sola sentada” y que su estilo tiene “la plasticidad propia de la escritura latinoamericana”. Esa mezcla de intensidad emocional y fluidez narrativa convierte el libro en una experiencia absorbente.

La autora no busca cifras de ventas espectaculares; su expectativa es más íntima: “Que toque algún que otro corazón”. Y es precisamente ahí donde reside la fuerza de Las cicatrices que me cuentan: en su capacidad para generar empatía, abrir conversaciones y acompañar en silencio a quien lo necesita.

Rebeca Mejía escribe como quien se abre una herida para dejarla respirar. Y en ese gesto, lejos de la autocompasión, hay un mensaje poderoso: las cicatrices no son el final de la historia, son la prueba de que seguimos aquí.

«Las cicatrices no son el final de la historia, son la prueba de que seguimos aquí.»

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