Marco Armiliato traza el rumbo hacia una brillante ‘Adriana Lecouvreur’ en ABAO Bilbao Opera

El maestro italiano depuró la inflexión post-romántica de Cilea con un fuerte reparto encabezado por María Agresta y una encubierta propuesta estética en su regreso al Euskalduna.

  

Sería injusto reducir a Adriana Lecovreur de Francesco Cilea a un simple verismo lacrimógeno. Quien se adentra en esta partitura, estrenada en noviembre de 1902, con un reparto excepcional encabezado por Angelica Pandolfini y Enrico Caruso, descubre a un compositor profundamente fascinado por el refinamiento tímbrico. Una orquesta más volcada en la atmósfera y la psicología que en el efecto inmediato. Y unas voces que despliegan una inagotable gama de colores y matices, lejos del agudo stento. Cilea guía a su protagonista, la insigne actriz de 19 años de la Comédie–Française, y escribe en sus notas musicales un abanico inagotable de inflexiones para acentuar la dulzura o la vehemencia de su canto: malévolamente, con una voz estridula, con una salva triste. . . Esta última indicación introduce el dúo final con Maurizio, No, la mia fronte, que fue el momento musical culminante el sábado 22 de noviembre en el regreso de este título 11 años después a ABAO Bilbao Oper. Vista desde Bilbao del comienzo del segundo acto de » Adriana Lecovreur » con la mezzo Silvia Tro Santafé como la Princesa de Bouillon el 22 de noviembre. EMORENO ESQUIBEL Adriana se aferra al amor de su amante, que acaba de pedirle matrimonio, aunque por sus venas ya corre el veneno aspirado de un ramo de violetas que la matará. Sin embargo, el compositor evita caer en un patetismo fácil y asume la música de un refinamiento postromántico. Dibuja una profunda melodía en fa mayor con un delicado bordado sobre el que anota la indicación disimuladamente, invitando a los cantantes a saborearla. Así lo hacen la soprano María Agresta y el tenor Jorge de León con exquisita morbidezza, antes de coronar juntos el si bemol, la nota más aguda escrita para ambos por Cilea, que añade la indicación stentate para subrayar su intensidad expresiva. Para concluir el dúo, esa melodía pasa a los primeros violines con sordina en pianississimo, arrodillados por el arpa. Marco Armiliato, que volvió al foso del Euskalduna 15 años después, la transformó en etérea, en un gesto abiertamente simbolista que enlaza con el desenlace de la ópera y la muerte de la protagonista, donde nada apunta a un clímax dramático y ensordecedor, sino a una dulzura casi irreal. El eficaz y sólido director de la orquesta genovés, habitual en grandes escenarios como la Metropolitan Opera, La Scala o el Festival de Salzburgo, fue el verdadero artífice del éxito de la función. El barítono Carlos Álvarez como Michonnet cantando ‘ Ecco il monologue ‘ en el primer acto de ‘ Adriana Lecovreur’, el 22 de noviembre en Bilbao. EMORENO ESQUIBEL Armiliato trazó el camino para que las voces profundizaran en las sutiles inflexiones características de Cilea. Su dirección logró superar un primer acto algo monótono, elevando el cuarto a una experiencia verdaderamente memorable. Lo hizo realzando el canto mediante una cuidadosa atención a la textura orquestal y a la flexibilidad del tempo. Para ello se apoyó en la brillante Orquesta Sinfonikoa de Bilbao (BOS), cuya notable evolución en los últimos años fue relacionada por el propio director italiano, en la prensa local, con la espectacular transformación urbanística de la capital vizcaína. Maria Agresta fue, sin duda, la gran triunfadora del reparto, encarnando a una Adriana en constante crecimiento musical. A la soprano de Salerno le faltaron sutilezas vocales en su primera aparición con la cavatina son l’umile ancella, a la que le faltó ese delicado hilo de voz que Cilea exige al comienzo del dístico final: a soffio è la mio voce / che al nuovo dì morrà («un soplo es mi voz / que morirá al final del día»). Un matiz que Francesco Cesari toma como título de su excelente ensayo incluido en el programa de mano. Tras el intermedio, Agresta impresionó con la declinación del melodramático monólogo de Fedra al final del tercer acto, y brilló en el acto final con Poveri fiori, interpretado con infinita tristeza y sutiles inflexiones en piansimo. El resto del reparto fue enteramente español, con tres protagonistas de gran fuerza. El tenor canario Jorge de León desplegó su poderío vocal como Maurizio, aunque no alcanzó al principio las sutilezas del personaje, al abordar su cavatina La dolcissima efgie a plena voz, aunque se indicó en pianissimo y a mezza voce con transporte. Brilló en el segundo acto con L’anima ho stanca y ofreció firmes agudos en el marcial Il russo Mencikoff, pero fue en el cuarto acto cuando integró plenamente las precisas inflexiones expresivas de Cilea. Al comienzo del segundo acto, la mezosoprano valenciana Silvia Tro Santafé tampoco alcanzó la autoridad necesaria en las altas imprecaciones de Acerba volutà. Sin embargo, su encarnación de la malvada princesa de Bouillon, rival de Adriana en el amor de Maurizio y responsable de su envenenamiento, ofreció potentes y graves agudos. En cualquier caso, parece más preocupada por el repertorio belcantista, a juzgar por la excelente Favorita de Donizetti que interpretó en este mismo escenario la temporada pasada. El barítono malagueño Carlos Álvarez otorgó nobleza al desconcertante Michonnet, regidor enamorado en secreto y protector de Adriana. Aunque su interpretación fue de menos a más, alcanzando un nivel sobresaliente en el acto final, su voz en la famosa aria del primer acto resultó un poco monótona en Ecco il monologo. Los seis papeles secundarios estaban un escalón por debajo. El bajo Luis López encarnó a un Príncipe de Bouillon sin cinismo ni autoridad, mientras que al tenor Jorge Rodriez-Norton le faltó una dicción más precisa y una comicidad más refinada como Abate di Chazeuil. Tampoco supieron definir sus personajes los cuatro actores de la Comédie–Française. Sin embargo, los seis aportaron frescura al sexteto bufo del primer acto. Y cabe destacar al Coro de Ópera de Bilbao, que resolvió con solidez sus escasas intervenciones. Vista general del ballet del tercer acto de ‘ Adriana Lecovreur’, 22 de noviembre en Bilbao. La producción escénica de Marco Pontiggia, estrenada a principios de la pasada temporada en el Teatro Lirico di Cagliari, se basa en una brillante concepción metatral. Traslada la acción del siglo XVIII a los albores del siglo XX para rendir homenaje a Sarah Bernhardt, la célebre actriz francesa que triunfó en 1907 interpretando a Adriana Lecovreur, de Eugène Scribe y Ernest Legouvé, en su propio teatro y que, en 1913, rodó una versión muda de la obra. Sin embargo, la realización de esta propuesta es bastante pobre. Antonella Conte concibió un escenario tradicional, compuesto por un bastidor y un telón de fondo modernistas, aunque el vestuario de Marco Natori aporta ciertos guiños modernistas, como los vestidos de Adriana y de los miembros del coro en el tercer acto. La iluminación acompaña las atmósferas de la trama, plenamente comprensibles a pesar de una discreta dirección de actores. Y el ballet del tercer acto es un modesto pastiche decimonónico sin mayores aspiraciones. Música de Francesco Cilea. Libreto de Arturo Colautti, basado en Adrienne Lecovreur (1849) de Eugène Scribe y Ernest Legouvé. Reparación: Maria Agresta, soprano (Adriana Lecovreur), Jorge de León, tenor (Maurizio), Carlos Álvarez, barítono (Michonnet), Silvia Tro Santafé, mezzosoprano (La princesa de Bouillon), Luis López, barítono (Príncipe de Bouillon), Jorge Rodriez- Norton, tenor (Abate di Chazeuil), José Manuel Díaz, barítono (Quinault), Josu Cabrero, tenor (Poisson), Olga Revuelta, Mademoelle (Mademoelle), Mademoelle (Mademoelle). Coro de Ópera de Bilbao. Esteban Urzelai, director del coro. Bilbao Orkestra Sinfonikoa. Dirección musical: Marco Armiliato. Dirección escénica: Marco Pontiggia. ABAO Ópera de Bilbao. Palacio Euskalduna, 22 de noviembre. Hasta el 1 de diciembre.

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Adriana Lecovreur de Francesco Cilea quedaría injustamente reducida a un verismo de lágrima fácil. Quién se adentra en esta partitura, estrenada en noviembre de 1902, descubre a un compositor profundamente fascinado por el refinamiento tímbrico. La película cuenta con un reparto excepcional encabezado por Angelica Pandolfini y Enrico Caruso. Una orquesta más invertida en la psicología y la atmósfera que en el resultado deseado. Y voces que van mucho más allá del agudo stentum y alcanzan una gama infinita de colores y matices. Seguir leyendo

 

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