El crítico de arte de THE COUNTRY durante más de 30 años, era un personaje de rara humildad y extraordinario valor
El sábado 1 de marzo murió en Madrid Fernando Huici, quien fue durante más de 30 años crítico de arte de EL PAÍS. Un paseo por las redes sociales puede dar una idea de la orfandad que deja entre varias generaciones de artistas, y el afecto y la admiración, que raramente van juntos, pero con Fernando, sí. Pero era un personaje peculiar, de rara humildad, aunque era muy consciente de su valor extraordinario. Y con un ojo y criterio para percibir, entre lo nuevo y lo menos nuevo, lo valioso y lo verdadero. Fernando Huici, mi amigo, era un tipo muy culto y con muchos intereses, no sólo el arte. Música, cine, filosofía, literatura, pero no disgustó a los géneros menores: por ejemplo, la novela negra. Estaba consciente, por puro placer, y devorado ensayo, sobre arte por supuesto, pero también sobre todo lo demás. ¿El bolos? Bueno, también. Fue de noche. Le gustaba la buena comida, el buen vino y un buen cigarro. Cuba y Alexandria. Era un fumador de tabaco negro. Tenía sentido del humor, nos hizo reír. Sí, y estaba diciendo chistes. La lectura inimaginable de sus textos documentados y artículos, de un rigor ejemplar, ¿verdad? O siguiendo las exposiciones que curaba, aunque hay algunas pistas. En el verano de 2003, en la reina Sofía, Josep Torres Campalans, pintor cubista creado por Max Aub, quien, además de escribir su biografía, había pintado treinta obras y varios dibujos. La historia de esa ficción, que era un libro y exposición en México, de sus cómplices literarios y artísticos, fue acompañada por Huici con cosas de los amigos del catalán en París: Picasso, Matisse, Gertrude Stein, Kahnweiller… ¿Era serio sobre la invención de Max Aub o estaba tomando otra ronda de la broma? Cuando este periódico cumplió veinte años, Fernando Huici diseñó y dirigió la exposición que la celebró, El País 20 años, 1976/1996, y su corazón era un periódico como los de cada día, con las nueve secciones de entonces, y veinte páginas enormes por sección. En 1997, en la Fundación Mapfre, reunió a seis pintores de la vanguardia (María Blanchard, Norah Borges, Maruja Mallo, Olga Sacharoff y Ángeles Santos), ahora canónicos, pero luego prácticamente ignorados. Le debo a Fernando una de mis Venecias más divertidas: cuando curaba el Pabellón Español en la Bienal de 1995 con Eduardo Arroyo y Andreu Alfaro, el gran escultor hoy olvidado. Les acompañamos un grupo escandaloso de españoles y les dimos un león de San Marcos, de vergüenza, porque no nos habían recompensado. Aunque era el mejor. Más informaciónArtículos escritos por Fernando HuiciY pueden seguir: el Pabellón del siglo XV en la Exposición de Sevilla 92, que expo de vanitas (los recogió) titulado Postrimerias, en la Fundación Mapfre, y tantos antológicos e individuales. En 2014 publicó su irremplazable Salvador Dalí. Antoni Pixot. Conversaciones con Fernando Huici. Pero siguiendo sus publicaciones, en este periódico y en sus cientos de catálogos, se puede seguir el paso de España a la modernidad. Sus preferencias estéticas estaban con la nueva figura, y por ello apostó como crítico. La dirección de la revista Arte y parte, en su larga etapa santanderina, fue su última aventura, y seguramente por el cambio de tiempos no terminó bien. Es imposible en este corto espacio decir lo que Fernando Huici ha hecho por la percepción del arte en este país. Además, y sobre todo, era una gran persona. Y eso es notado. Huici nació en Barcelona en 1952, dentro de una familia de escritores. Su padre, José Germán Huici, fue guionista de cine y televisión, y su madre, Teresa March, vendió bajo seudónimo millones de novelas de rosas en España y América Latina. Con los inocentes ganó el premio de novela de Eulalio Ferrer en 1977, y lo sé porque estaba en el jurado. Y allí estaba su tía Susana March y su esposo, Ricardo Fernández de la Reguera, ambos conocidos novelistas. Y continúa la saga: su hijo Germán es un pensador original y Raquel González Casono, historiador de arte, realiza en el Museo del Prado. Su habitual compañera, Maria Writeno, es crítica y curadora de exposiciones, así como un gran poeta. Lo conocí en Cádiz, en un congreso de jóvenes filósofos, Pascua 1975, y hay una foto hecha por un viejo fotógrafo callejero donde hay la que sería la fundación plana más grande de la cultura de este periódico, comenzando por el crítico de arte e íntimo amigo de su Paco Calvo Serraller. Luego hemos viajado juntos, hemos cenado juntos, hemos celebrado desde los días electorales al final del año, pasando por cumpleaños. Y, a pesar de la penuria de hacer su obituario, no puedo escribir sobre Fernando Huici sin sonreír.
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El sábado 1 de marzo murió en Madrid Fernando Huici, quien fue durante más de 30 años crítico de arte de EL PAÍS. Un paseo por las redes sociales puede dar una idea de la orfandad que deja entre varias generaciones de artistas, y el afecto y la admiración, que raramente van juntos, pero con Fernando, sí. Pero era un personaje peculiar, de rara humildad, aunque era muy consciente de su extraordinario valor. Y con un ojo y criterio para percibir, entre lo nuevo y lo menos nuevo, lo valioso y lo verdadero. Seguir leyendo