La intérprete, con dos Goya, confiesa vivir una dura etapa de cambio personal mientras triunfa en televisión con la serie ‘Furia’ y en teatro con ‘Un tranvía llamado deseo’
A veces, pocas, sucede. El personaje, perdón, la persona a entrevistar entra de plano a la entrevista y te cuenta cosas de su vida sin casi preguntarle. Ocurrió con Nathalie Poza. Y eso que, de entrada, la cosa no prometía. Llegó pelín tarde al sitio que propuso: La Divina Bohemia —toma ya declaración de intenciones—, un local a la vez burgués y alternativo del, a la vez alternativo y burgués, barrio madrileño de La Latina. Saludó, se disculpó, cálida sin exagerar, por el retraso y se puso a disposición del fotógrafo. Primero, cautelosa; luego, entregada. Al punto de descalzarse ella misma para la foto como desnuda su alma su personaje de Blanche Dubois en el escenario de Un tranvía llamado deseo. Sin maquillaje, como su personaje de Adela en la serie Furia, una mujer desbordada, lidiando a la vez con el cuidado de su madre enferma y sus propios males. Le pregunto lo primero que se me ocurre.. ¿Cómo está?. Bueno, no estoy mal, dentro de lo que cabe.. ¿Qué es lo que cabe?. A ver, es que estar bien es una obligación en estos tiempos. Por cómo está el mundo y, bueno, mi situación personal: me pillas con una edad, tengo 53 años y siento que estoy en un cambio de etapa. Nos pasa a todas y todos, pero cuando eres más joven eres más inconsciente. Con los años, tomas conciencia. Eso me da lucidez, y a mí a veces la lucidez me asusta, porque el mundo, tal y como está, no me gusta. Por otro lado, amo la vida. Pero la realidad está llena de falsedad. Para mí, el teatro es donde hay más verdad. Creo que quienes nos dedicamos a esto es por una inquietud que nos hace insoportable la existencia cotidiana.. ¿Somatiza ese malestar?. Bueno, soy una privilegiada con problemas del primer mundo, pero es cierto que esto que vivimos, un genocidio en directo, atrocidades que antes no veíamos de una manera tan brutal y obscena, me afecta.. Pensaba preguntarle por la edad y las mujeres, pero ha empezado usted. ¿Habla de la menopausia, de la mediana edad?. Claro, pero va más allá. Hay algo no discutible: el cuerpo te cambia. No hablo solo de lo obvio; la belleza, lo que sea. Es, sobre todo, lo que te pasa por dentro: hormonalmente, sexualmente. Luego, también, depende del día. Ayer estaba más bajita, hoy tengo otro ánimo. Para mí, es un trabajo. Tengo que trabajarme mucho el estar bien. Tiene que ver con recogerse, sentarse cada día y ver cómo estás, cómo quieres presentarte al mundo. Tengo cierta tendencia a aislarme y, a la vez, cuanto más te aíslas, más te das cuenta de que necesitas al otro. Yo me dedico al teatro para mí, porque lo gozo, pero sobre todo para conectar con el otro y sentir que formo parte de él. Por eso no tengo miedo del escenario. Lo paso peor en los periodos antes del trasplante.. ¿Trasplante? ¿Del personaje?. Sí, leí en un libro de Anne Greenberg que me regaló Isabel Coixet sobre cómo funciona el cerebro de los actores que, durante el proceso creativo, cuando te pones en pie con el personaje, hay como un momento de rechazo, como que hay una parte de ti que no se lo cree. Hasta que se produce el trasplante, cuando entras por fin en ese juego maravilloso y te habita el personaje. Por eso no me da miedo el escenario: porque ahí no me siento sola. Hay cientos de personas contigo esperando que les pase algo. Ojalá pudiéramos salir a la calle y que nos pasara lo mismo.. Pero usted es una actriz de éxito. Lleva 30 años viviendo de esto. Tiene dos Goya en casa.. Me gusta que me lo recuerdes, porque se me olvida. Hay una parte sana, que es que cada día es nuevo. Pero a veces… Ahora vivo sola, pero cuando vivía en pareja, hace relativamente poco, tenía el Goya en el salón precisamente para eso. Mi expareja me decía: “Así te acuerdas de que lo haces bien”.. ¿De verdad se le olvida?. Sí. A veces me castigo, cuando estoy en determinados procesos, y me lo como todo. Intento no molestar a nadie. Después, cuando voy a trabajar, intento ser generosa y alegre.. En Furia y en Un tranvía llamado deseo, las críticas han sido buenas y el público la aplaude en pie. ¿Eso no la convence?. Han sido dos trabajos gloriosos en mi experiencia, y esa sensación de hacer algo útil es importante para mí.. La Adela de Furia y la Blanche de Un tranvía… son dos mujeres frágiles. ¿Cuánto se parecen a usted?. Adela es la Blanche Dubois de Usera. Cuando me la ofrecieron, yo estaba incubando a la otra, y dije, “hostias, tienen mucho en común”. Han bebido mucho la una de la otra. Ambas obras ponen en el centro a la mujer fracturada. Ya está bien de hablar de empoderamiento como si fuera un objetivo. Empoderarse es muy complicado para la mujer normal. Se empoderan pocas.. Hay que seguir tirando del carro.. Claro, tenemos que tirar del carro porque, además, se nos exige mucho más que a ellos. Hay algo fascinante en los textos de Furia y Un tranvía…, escritos ambos por hombres: para vivir hay hacerse cargo de lo que deseas, de lo que necesitas, de lo que tienes que dejar atrás. Por eso te hablaba de mi propia etapa, cuando me preguntabas si estoy bien. Bueno, he tomado decisiones. Y cuesta mucho. Ahora esa es mi gran palabra: decisión.. Nathalie Poza, descalza en un sofá del café La Divina Bohemia, en Madrid.Bernardo Pérez. Ha hablado de su ruptura. ¿Cuánto duele el duelo?. Hay que sentarse con él. Hay que retirarse. Hay que sentarse con el dolor que te produce algo, y atravesarlo hasta que se pueda diluir. Es imposible anestesiar lo que duele. Eso nos lleva al mal, a ser violento con el otro. Y yo, después de una etapa de mucho duelo, tengo momentos de mucha tristeza, pero por lo menos ya no estoy violenta.. ¿Lo ha estado?. En cierto modo. Antes, hace dos años, tenía ataques de rabia, pero de babear. Pero también es lo bueno de este oficio, que reconocemos muy rápido en el cuerpo lo que nos pasa y, cuando lo reconoces, puedes ver qué hacer con eso. Y ahí empezó mi toma de decisión. Eso me obligó a pensar qué quiero para mí, que me tocaba soltar y aceptar. Y eso, sí, es quedarse en un lugar muy incómodo, muy doloroso. Pero no queda otra que pasar por ahí. Las decisiones no son siempre buenas para ti ni para el otro. Y lo que puede parecer egoísmo después se convierte en generosidad.. Imagino que todo eso, luego le sale en la mirada de sus personajes.. Te cuento una intimidad. Le decía a un terapeuta de muchos años: ¿cómo puede ser que me haya equivocado tantas veces, haya tropezado en la misma piedra, que me haya hecho tanto daño? Me respondió: si no hubieras pasado por ahí, no serías ni la mujer ni la actriz que eres. Y eso hay que abrazarlo. De hecho, empiezo a llevarme mejor con la mujer que soy.. ¿Para actuar bien hay que haber sufrido?. Mira, no sé. Pero el otro día, vinieron a verme al teatro Luis Bermejo y Antonio de la Torre, que hemos crecido juntos como actores y amigos, y nos reíamos. “Esto ni lo habíamos olido”. Y claro. Con 22 años qué vas a saber lo que es la soledad, el feminismo, yo es que ni lo olía. Yo he llegado tarde a muchas cosas, pero la vida me ha traído. Creía que no tenía nada que ver con Blanche, con esa señora, con su fragilidad, con su afán de complacer a los demás, con su necesidad de que no pase el tiempo. Mentira. Cuando me he quitado los disfraces que nos ponemos para satisfacer a nuestros falsos enemigos y nuestros falsos amigos, ahí estaban. La cosa es: ¿ahora, qué? Hay algo abismal y al mismo tiempo excitante, da vértigo.. Ha venido sin maquillaje para una foto en primerísimo plano. Hay que tener ovarios.. Me siento mejor con esta cara que con la que tenía a los 20 años, también porque entonces me miraba al espejo y me odiaba. He sufrido trastornos alimenticios y ahora veo fotos o cosas de tele y me doy contra la pared pensando: si no estaba gorda, si estaba preciosa, si no tenía ningún problema, pero lo que yo veía era monstruoso. Me ha costado mucho volver al cuerpo, volver de mi trastorno alimentario.. Gracias por la confianza.. No me importa verbalizarlo. No me permito entrar en determinados túneles mentales oscuros. Pero para eso hay que hacer prácticas diarias. Por eso medito: a quien quiera ver la meditación como un tranquilizante, no, para eso no sirve. Son prácticas que sirven para estar en la vida, no para anestesiarse. Uno no medita para no sentir y no pensar y calmar la mente. Eso es una gilipollez. Uno tiene que estar en su centro hasta en medio de un incendio para poder apagarlo.. Siendo respetada, no es usted una actriz muy popular. ¿Decisión o consecuencia?. Es cierto. Yo no he estructurado una carrera, ni sé lo que es eso. De hecho, a veces, me pregunto cómo he llegado hasta aquí. Sinceramente, me gustaría trabajar más. Hacer más cine. Pero, bueno, bendito sea el trabajo. Igual es que trabajo de una manera particular, pero es la única que conozco. Tienes que ser fiel a ti mismo y eso a veces es pagar el precio de no estar en el mainstream. No me quejo.. FURIA Y DESEO. Nathalie Poza (Madrid, 53 años) nunca quiso ser otra cosa que actriz, aunque por el camino también estudió ballet y piano. Hija de madre francesa -Nicole, una elegantísima octogenaria que acudió a recogerla para pasear después de esta entrevista- y padre español, Poza forma parte desde sus inicios del colectivo artístico Animalario, donde conoció a algunos de sus mejores amigos y compañeros de oficio. Presencia habitual en algunas de las series emblemáticas y ganadora de dos Goya, uno a actriz de reparto y otro a actriz protagonista, Poza lleva más de 30 años en el oficio y, aun así, dice, se le olvida que sabe hacerlo. Si quieren recordarlo, pueden ir a verla en la gira teatral de Un tranvía llamado deseo, que inicia el próximo fin de semana en Málaga o sintonizar la serie Furia en HBO.
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A veces, pocas, sucede. El personaje, perdón, la persona a entrevistar entra de plano a la entrevista y te cuenta cosas de su vida sin casi preguntarle. Ocurrió con Nathalie Poza. Y eso que, de entrada, la cosa no prometía. Llegó pelín tarde al sitio que propuso: La Divina Bohemia —toma ya declaración de intenciones—, un local a la vez burgués y alternativo del, a la vez alternativo y burgués, barrio madrileño de La Latina. Saludó, se disculpó, cálida sin exagerar, por el retraso y se puso a disposición del fotógrafo. Primero, cautelosa; luego, entregada. Al punto de descalzarse ella misma para la foto como desnuda su alma su personaje de Blanche Dubois en el escenario de Un tranvía llamado deseo. Sin maquillaje, como su personaje de Adela en la serie Furia, una mujer desbordada, lidiando a la vez con el cuidado de su madre enferma y sus propios males. Le pregunto lo primero que se me ocurre.. Seguir leyendo. FURIA Y DESEO. Nathalie Poza (Madrid, 53 años) nunca quiso ser otra cosa que actriz, aunque por el camino también estudió ballet y piano. Hija de madre francesa -Nicole, una elegantísima octogenaria que acudió a recogerla para pasear después de esta entrevista- y padre español, Poza forma parte desde sus inicios del colectivo artístico Animalario, donde conoció a algunos de sus mejores amigos y compañeros de oficio. Presencia habitual en algunas de las series emblemáticas y ganadora de dos Goya, uno a actriz de reparto y otro a actriz protagonista, Poza lleva más de 30 años en el oficio y, aun así, dice, se le olvida que sabe hacerlo. Si quieren recordarlo, pueden ir a verla en la gira teatral de Un tranvía llamado deseo, que inicia el próximo fin de semana en Málaga o sintonizar la serie Furia en HBO.