Aguado da una vuelta de tuerca a una tergiversada, noble y suave corrida de Juan Pedro Domecq. Urdiales y Castella cortan orejas rectas.
«Crío toros para disfrutar de las figuras», proclamaba hace unos años un famoso ganadero. No era Juan Pedro Domecq, pero podría serlo. Es el padre de la dulzura mubarrada del toro bravo, el que ha salido hoy en La Maestranza a anunciar la posmodernidad de la fiesta. Más información: Roca Rey, sin respuesta Estos que se han lidiado en Sevilla no han tenido presencia de toros, han sido toros y, además, sin caballos, porque la mayoría no tenían sangre para un análisis. Pero los seis llevaban en su interior un enorme tarro de bondad y cordialidad, y ni una sola gota de casta fuerte. Toros que no infundían respeto ni miedo, sino cercanía y serenidad. Toros que pedían besos y abrazos. Y esa es otra fiesta. Chicas, las seis, para que las figuras bailaran en la plaza de toros de salón, como si estuvieran en una fiesta con amigos en una cena de hermandad, con acierto, simpáticas, sin emoción ni tensión. Toros para disfrutar de los toreros. . . . y el público moderno, tan manso, tan rápido al ole, tan insistente en la petición de trofeos. Pero esa es otra fiesta, edulcorada, caricaturizada, perdida, sin salsa, sin entusiasmo. Habría que preguntarle a Castella si disfrutó, porque seguro que se enfadó en el hotel después de que el presidente le negara la oreja del quinto tras una petición que parecía mayoritaria. Lo cierto es que el torero no hizo méritos para pasear el trofeo ante un toro de gran calidad con el que no encontró conexión a lo largo de una faena desordenada y sin ligazón. Más dulce aún fue el chocolón segundo, codicioso y con un ritmo extraordinario en su embestida. Por ahí anduvo Castella con una pieza tan limpia como fría, sin quiebros, sin apasionamientos. Estuvo muy bien en un ratito en el que ejecutó dos chicuelinas, dos tafalleras, una caleserina y un largo, lo mejor de su actuación. Y también ajustadas las bernadinas con las que cerró su faena de muleta en el segundo de la tarde. Rafael Viotti, en ese toro, y José Chacón y Alberto Zayas, en el otro, saludaron en el tercio de banderillas. Tampoco está claro que Diego Urdiales disfrutara de otros dos toros para estar relajado, sin apreturas ni sudores. Pero dio la impresión de que prefirió no despejarse, mantenerse en su zona de confort y acompañar al desfalco cuando le fue posible. Ante el cuarto, al que cortó una orejita de peso, quitó e intermitentemente su faena a la que abrió plaza y de mutilaciones sueltas, de poca ligazón. Y que se lo digan a Aguado, que para ser figura hay que dar un paso al frente en momentos importantes, como ha sido este. No se puede mostrar un conformismo desesperado, tirar cuatro cartas, esperar que el muletazo sea natural y pulcro, y poco más. Así ocurrió en el tercero, amable como todos, que estuvo salpicado de pinturerías, un derechazo por aquí, un natural por allá, dos kikirikis regordetes y un par de ayudados fuera. Así no. El sexto era el más soso de la camada, de muy corto recorrido, con la cara de las nubes, parado, y Aguado estaba sin dibujar. «Criar toros para disfrutar de las figuras», dijo aquel ganadero. Ni por esas. La fiesta de los toros, a pesar de la exquisita bondad de los juampedros y la extrema generosidad del público presente, debe ser otra cosa. Por cierto, sorprendió el rigor del presidente, Gabriel Fernández, equivocado o no en esta ocasión, que es la forma de recuperar el prestigio perdido. Domecq / Urdiales, Castella, AguadoToros de Juan Pedro Domecq, mal presentados, muy nobles, blandos -no se picaron salvo el primero y el último- y de gran calidad para la muleta. Destacaron segundo y quinto en el tercio final. Diego Urdiales: media caída (ovación), estocada (oreja). Sebastián Castella: estocada muy trasera (oreja), estocada muy trasera (petición, vuelta y bronca al presidente). Pablo Aguado: pinchazo y media (ovación), media (silencio). La Maestranza de la Plaça. 8 de mayo. XIX edición de la Feria de Abril. Completa.
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«Crío toros para disfrutar de las figuras», proclamaba hace unos años un famoso ganadero. No era Juan Pedro Domecq, pero podría serlo. Es el padre de la dulzura almibarada del toro bravo, ese que ha salido hoy en La Maestranza para anunciar la posmodernidad de la fiesta. Seguir leyendo Domecq / Urdiales, Castella, AguadoToros de Juan Pedro Domecq, mal presentados, muy nobles, blandos -no fueron picados salvo el primero y el último- y de gran calidad para la muleta. Destacaron segundo y quinto en el tercio final.. Diego Urdiales: estocada (oreja), media caída (ovación) y media caída (oreja). . Sebastián Castella: estocada muy trasera (oreja), estocada muy trasera (petición, vuelta y bronca al presidente), respectivamente). . Pablo Aguado: pinchazo y media (ovación), media (silencio).. Plaza de la Maestranza 8 de mayo. Tercer año de la Feria de Abril. Lleno.