Noem Montetes-Mairal, investigadora, tropieza en 1946 con una obra del poeta en la que un personaje recuerda cómo abandonó a un amigo.
En 1946, justo una década después del asesinato de Federico García Lorca, su amigo Luis Rosales, que lo escondió en su casa en los últimos días de su vida, escribió una obra de teatro que nunca llegó a publicar. Durante casi ochenta años permaneció oculta, hasta el punto de que la profesora de la Universidad de Barcelona Noemí Montetes- Mairal la ha encontrado por casualidad en el Archivo Histórico Nacional. El manuscrito, que lleva por título «¿Por qué? no sólo amplía la obra conocida del poeta, sino que añade un elemento inquietante a una historia entre contradicciones y silencios: la relación de los Rosales con la muerte de Lorca, una de las heridas más profundas y persistentes de la historia reciente de España. Más información Lorca, muerte (no resuelta) de un poeta En un pasaje de la trama, un personaje, llamado Luis y que el propio Rosales ha relacionado inequívocamente con rasgos biográficos -un hombre de familia burguesa con conexiones en las altas esferas- dice estas demoledoras palabras:. . . «No puedo proceder de otro modo. Un deber de conciencia me obliga a ello. Nunca se lo he dicho a nadie, pero hay algo en mi vida que necesita esta reparación. (Recordando). Hace muchos años. Yo era joven y pertenecía en mi país a un club revolucionario. Era la moda entonces. En los días de la revolución. . . entregué a un hombre, el general KRodar, que estaba refugiado en mi casa. Le costó la vida. Pensé que era una obligación de justicia revolucionaria, pero desde entonces su recuerdo perturba mi conciencia. Repetía constantemente la palabra» infamante «:» ¡Eres un delator! «¡Eres un delator! El texto, incluido en la escena III del primer acto, es tan explícito que, sabiendo que Lorca fue detenido en casa de los Rosales en agosto de 1936, poco antes de su asesinato, es imposible no relacionarlo directamente con él. Además de la clara autorreferencia, que Rosales solía practicar en su obra, tampoco parece casual el nombre del soplón, KRodar, con las mismas vocales que Lorca y dos coincidencias consonánticas. «Esto es una bomba. Claro, te encuentras esto y te quedas frío», dice Monteces-Mairal, que encontró el texto mientras buceaba en documentos para escribir un artículo sobre Dionisio Ridruejo. Pero sin dejar que la tensión suba demasiado, pronto llama a la calma: «Cualquiera podría entender que Rosales, en ese fragmento, se da por vencido, pero es imposible, esto hay que entenderlo bien, hay que saber mucho del autor y meterse en su piel para entender por qué escribió tal cosa». Fragmento de la obra inédita de Luis Rosales ‘ ¿Por qué? ‘, donde el personaje Luis confiesa habérselo contado a su amigo. Foto cedida por Naomi Montetes- Mairal. Intentémoslo. Según el profesor, el fragmento no implica una delación real de Luis Rosales -idea que la historiografía ha negado históricamente-, sino que revela el atormentado estado anímico del poeta, consumido por la culpa de haber sobrevivido. Monteces- Mairal descarta la incriminación real porque «todas las pruebas, todas las evidencias la niegan». Todas las versiones aceptadas por los expertos coinciden en que Rosales no renunció a Lorca. Lo que también está documentado, explica Montetes- Mairal, es que se debió a un consejo de la familia Rosales, con Luis probablemente como máximo responsable de la decisión, para que Lorca acabara refugiado en su casa, la opción preferida también por el propio poeta, que tenía alguna alternativa más -como alojarse en casa de Manuel de Falla-. Los Rosales ya habían protegido en su casa a otras personas vinculadas a la República antes que a Lorca, asumiendo un riesgo que en aquel momento podía suponer una «condena a muerte». A Rosales la historia oficialmente aceptada -que sigue siendo evasiva-, lejos de perjudicarle, le favorece. Como defiende el profesor, él y sus hermanos Miguel y José fueron los que más defendieron e intentaron salvar al poeta. De los cinco hermanos varones de Rosal, sólo Antonio y José eran «camisas viejas» de Falange -José, de hecho, era el falangista más importante de los cinco-, mientras que Luis y Gerardo, los artistas, eran los menos politizados. Miguel, Luis y José acudieron al Gobierno Civil de Granada tras la detención de Lorca, intentando desesperadamente su liberación. No lo consiguieron. José Rosales se atrevió incluso a interpelar al comandante José Valdés, exigiéndole una explicación. Luis Rosales, por su parte, fue objeto de un proceso judicial. Como indican «los numerosos estudiosos que han investigado las oscuras circunstancias que rodearon la muerte del poeta», el escritor tuvo que redactar un descargo para salvar no sólo su propia vida, sino también la de sus familiares. Tras el juicio, en lugar de matarlo o encarcelarlo, Luis fue condenado a pagar una elevadísima multa que acabó pagando su padre, Miguel Rosales Vallecillo. Entonces, ¿por qué Luis Rosales escribe un libro en el que parece incriminarse a sí mismo a pesar de que estuvo a punto de correr la misma suerte que su amigo? Puede esto cambiar la versión reconocida de los hechos? «Pensemos que Luis Rosales escribió ese texto y nunca quiso destruirlo. Si realmente fuera culpable, nunca lo habría escrito. Si no tuvo nada que ver con su muerte, tampoco», respondió Montetes- Mairal. La obra es sólo «la prueba del incansable carcoma de la culpa, que entonces se reía de él y se reiría siempre de él, a pesar de su inocencia innegable, porque estaba vivo, mientras Lorca había muerto». La culpa es del superviviente, que cree que debería haber hecho más. Y se castiga incansablemente por ello». Retrato del gran escritor Luis Rosales. KOTE (EFE) La tesis es compartida por el historiador Ian Gibson, que encuentra en el texto «un descubrimiento importante». Pocas voces como la suya, biógrafo fundamental de Federico García Lorca, tienen tanta autoridad en lo que a la vida del poeta se refiere. Gibson conoció bien a Rosales y siempre tuvo una esperanza: «Siempre le reprochaba o le decía: ‘Luis, espero que hayas escrito tu versión de los hechos, de puño y letra, y no sólo te hayas limitado a hablar con rojos extranjeros como yo», confiesa. La aparición de esta obra, por tanto, se presenta como la posible respuesta a esta constante invitación al poeta a dejar su testimonio personal para la posteridad. Aunque el hispanista aún no ha tenido acceso al texto íntegro de la obra, la descripción del pasaje clave es inequívoca: «La alusión es obvia, ¿no? «. Pero piensa lo mismo que Montetes- Mairal y señala, como viene haciendo desde hace años, a Ramón Ruiz Alonso -que denostó a Lorca- como el verdadero «malo» de la historia. Rosales está exento de responsabilidad directa. «Además, hay que recordar que fue Lorca quien pidió su asilo», dice. La cuestión de la delación sobre el paradero del poeta es objeto de estudio desde hace años. Se ha llegado a argumentar que podría ser su hermano Antonio Rosales, o incluso el mayor, Miguel, ambos opuestos a la decisión de alojar a Lorca, algo que la familia ha negado. La tesis más extendida, sin embargo, es que la persona que informó del paradero del poeta fue su propia hermana, Concha García Lorca, cuando el 15 de agosto un violento escuadrón se presentó en el Jardín de San Vicente para detener al poeta y, al no darlo por muerto, decidió llevarse a su padre. Al final, Montetes-Mairal, «el que fuera Antonio, Miguel, Concha -o quién sabe-, no importa tanto como el hecho central que da lugar a la redacción de ese párrafo tan sorprendente en el que el autor parece autoinculparse: que Luis Rosales pensara que no hizo lo suficiente para evitar la delación, para evitar la detención, para evitar la muerte de su amigo», es en definitiva irrelevante. La muerte de Lorca, como dijo Rosales en más de una ocasión, fue el acontecimiento más decisivo de su vida. Por eso, Montetes- Mairal, cuando leyó la obra, quedó «completamente derrotado», al igual que el propio hijo del poeta, Luis Rosales, cuando se la dio a conocer. Rosales ha preferido no hacer comentarios a este periódico. Gibson se cierne en el contexto de aquella Granada de julio de 1936. Lorca, ya amenazado y desesperado, buscó refugio en casa de los Rosales, una familia influyente pero dividida. «Tener a Federico en casa era un riesgo», explica, recordando cómo algunos hermanos, como Antonio, un «fanático exacerbado» de la Falange, no querían a Lorca allí. Además, la casa familiar estaba peligrosamente cerca del Gobierno Civil, donde se organizaba la represión. Cuando se enteran, Ruiz Alonso, entonces rival de los Rosal en la Falange, aprovecha para «apalear» a sus rivales políticos y acusar a los Rosal de proteger a un «rojo». «Fue una fatalidad, es como una tragedia griega», afirma Gibson, que ha documentado minuciosamente cómo Luis Rosales y sus hermanos se jugaron la vida intentando salvar al poeta. Más allá del sorprendente pasaje explícitamente dedicado a Lorca, la obra de Rosales ofrece una amargura al autoritarismo en 1946, en plena dictadura franquista. «Es imposible que lo hubieran publicado en aquellos años», dice Noemí Montetes-Mairal, recordando que el teatro era entonces el género más censurado, muy por encima de la poesía, que «de lectura muy minoritaria», era el menos vigilado. También es especialmente importante que el texto, fechado en 1946, precede en muchos aspectos a la célebre 1984, de George Orwell, ya que también se plantea como una premonición y una crítica al totalitarismo que asoló Europa. La obra sólo tuvo una lectura privada entre los colegas de la revista Escorial y nunca vio la luz. Hasta hoy.
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Su amigo Luis Rosales, que escondió a Federico Garca Lorca en su casa en los últimos días de su vida, escribió en 1946, justo una década después de su muerte, una obra de teatro que nunca llegó a publicar. Permaneció oculta durante casi ochenta años, hasta que la Universidad de Barcelona Noem Montetes-Mairal la ha descubierto por accidente en el Archivo Histórico Nacional. Alfonso Moreno, el autor del manuscrito, también tiene la firma, pero según el profesor, «se puede decir sin lugar a dudas que la inmensa mayoría de las ideas que hay en la obra proceden de Rosales. » La relación de los Rosal con la muerte de Lorca, una de las heridas más profundas y persistentes de la historia reciente de España, se amplía con la obra conocida del poeta y añade un elemento perturbador a una historia a través de las contradicciones y el silencio.